Geopolitica
¿El fin... o el comienzo del euro?
Cuando a fines de los ochenta los arquitectos del euro empezaron a diseñar los planes para su creación, muchos economistas les advirtieron que para que la unión monetaria fuera viable, no bastaba tener un banco central independiente y un marco de disciplina presupuestaria. Sucesivos estudios hicieron hincapié en las asimetrías internas de la futura área demoneda común; la posibilidad de que una sola política monetaria no sirviera para todos los casos; la insuficiencia de los canales de ajuste en ausencia de movilidad laboral transfronteriza, y la necesidad de tener alguna forma de unión fiscal con mecanismos de aseguración para ayudar a los países en problemas.
Fuera del ámbito de la economía, muchos observadores señalaron que los ciudadanos de laUnión Europea solamente aceptarían entablar un vínculo monetario estrecho si lo hacían como participantes de una comunidad política compartida. Al expresidente del Bundesbank Hans Tietmeyer le gustaba citar a un filósofo francés medieval, Nicolás Oresme, quien escribió que el dinero no pertenece al príncipe, sino a la comunidad. La cuestión era: ¿qué comunidad política sostendría al euro?
Algunasde estas advertencias nacían de dudas muy profundas sobre la unificación monetaria europea. Pero en otros casos, los críticos nada más querían recalcar que para el viaje que los europeos iban a emprender, necesitaban una barca más robusta y mejor equipada. Su mensaje era sencillo: que los gobiernos nacionales debían adaptar sus economías a las restricciones de la unión monetaria; que el euronecesitaba una integración económica más profunda sobre la cual apoyarse, y que para tener una moneda común hacía falta legitimidad política, esto es, la constitución de un gobierno común europeo.
Pero al final, los dirigentes de la época (en particular el canciller alemán, Helmut Kohl, y los sucesivos presidentes de Francia, François Mitterrand y Jacques Chirac) se hicieron a la mar en una barcaligera. En el frente económico, solamente acordaron una Unión Económica y Monetaria básica, estructurada en torno de la rectitud monetaria y de una promesa no exigible de disciplina fiscal. En el frente político no hubo acuerdos, de modo que lo del gobierno común quedó en agua de borrajas.
Hubo algunas personas, como el entonces presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, que deploraronabiertamente la estrechez de esta solución. Las limitaciones políticas acabaron imponiéndose, pero los arquitectos del euro no eran ingenuos: sabían que su invención todavía estaba incompleta. Sin embargo, suponían que con el tiempo la unificación monetaria crearía el impulso necesario para encarar reformas nacionales, una mayor integración económica y alguna forma de unificación política. Después detodo, era así como se había construido la UE, piedra por piedra, a partir de sus orígenes en la comunidad europea del carbón y del acero de la década de 1950. Entre los proponentes del euro, pocos creían que una vez introducida la moneda común no se producirían cambios significativos.
Pero esta suposición resultó errada. Desde la firma del Tratado de Maastricht, en 1992, hasta el décimoaniversario del euro en 2009, el esperado impulso para la creación de un gobierno común europeo nunca surgió.
De hecho, muy pocos países se han molestado en formular (menos aún implementar) una agenda de reforma económica basada en el euro. Aunque aceptaron delegar al Banco Central Europeo la responsabilidad por el manejo de la política monetaria, después de eso la mayoría de los gobiernos opusieron unaférrea resistencia a cualquier otra transferencia de soberanía. En 2005, un tímido intento de adoptar un tratado constitucional para fomentar la integración política fracasó en sendos referendos populares en Francia y en los Países Bajos.
Así que, a pesar de las expectativas, las cosas quedaron como estaban. Poco después de la introducción del euro en 1999, se hizo evidente que el escenario...
Regístrate para leer el documento completo.