Hermano Miguel
“CON LOS PIES TORCIDOS POR EL CAMINO RECTO”
Impresiona y conmueve, señoras y señores, ver en la celda del Hermano Miguel, en el Cebollar, las hormas de sus botines. ¡Qué difíciles debían ser los pasos de esos pies torcidos y deformes! Para bajar del Cebollar a las sesiones académicas o a visitar a queridos amigos, como el poeta y músico Belisario Peña, tenía que hacerlo en elúnico caballito que había en la casa de los Hermanos Cristianos, y, más tarde, en manso y humilde asno. Y hasta para trayectos cortos requería apoyarse en algún compañero, alumno o amigo. ¿Cómo admitieron para un instituto de educadores a joven con tamaña deformidad? “Por sus preciosas calidades del corazón y del espíritu”
Fue sin duda iluminado acierto haber admitido, ese año de 1867, alnoviciado de los Hermanos de las Escuela Cristianas, en Cuenca, al pequeño Francisco Febres Cordero, a sus trece años de edad. Nacía para la Iglesia y para la patria el Hermano Miguel. Hay una foto de esos años tempranos del Hermano Miguel. “La frente ancha y bien formada; los ojos profundamente tristes y contemplativos; la boca grande, con rasgos a la vez de sensualidad, de fuerza de carácter y debondad. El cuerpo frágil -uno se admira de que pudiese alojar tamaño espíritu-, las manos de trabajador y de artista. Y todo el conjunto con qué gravedad, con cuánta tensión interior. Había allí sujeto para grandes empresas de espíritu y ciencia”
En 1863 habían llegado a Cuenca los Hermanos Cristianos, llamados por las impaciencias transformadoras de García Moreno. Y el pequeño Francisco, a sus nueveaños, fue uno de sus primeros alumnos. De los más destacados desde entonces, pues sin duda su padre, guayaquileño que había llegado a Cuenca para profesor de idiomas del Colegio Seminario, le habrá iniciado en la lectura y el francés.
Apenas pudo hacerlo pidió unirse a la Congregación y sus tareas. Esta decisión, que marcó la vida del adolescente casi niño, implicó una doble opción vital, eligeser un hombre de Dios y elige ser educador. Educador de la niñez, pues para ello había creado el fundador este Instituto. Y esa voluntad de educar escogería, no obstante la multitud de tareas y misiones educadoras que le serían encomendadas, un campo como el fundamental, el decisivo, el más querido: la lengua. A esta elección debería el joven hermano cristiano su grandeza humana y por ella ladeuda de la patria sería inmensa. Esa grandeza y esa deuda quiero ponderar esta noche en que, acaso por ser académico de la misma Academia a la que perteneció el Hermano Miguel y ser antiguo alumno de un plantel de Hermanos Cristianos, debo el alto honor de pronunciar este discurso en la ceremonia con que la patria cierra las celebraciones de los 150 años del nacimiento de este gran ecuatoriano.
Elhombre de Dios, el educador de la niñez y juventud, el gramático y lingüista: he aquí los tres tramos que, aunque con la celeridad impuesta por nuestro impaciente y disperso vivir actual, deberíamos recorrer esta noche para evocar y exaltar a esta figura grande de la patria y de América.
Hurgando en esta existencia para hablar a nombre de la Academia Ecuatoriana cuando la canonización de nuestroilustre colega, hice un descubrimiento. Un tremendo descubrimiento: el Hermano Miguel coronó su corta y luminosa trayectoria con el martirio. No el de tormentos físicos y muerte sangrienta: el del renunciamiento a lo que más amaba en la vida, a aquello en que se sentía más realizado, a esa tarea en que se sabía construyendo su grandeza y amasando el legado que dejaría a la patria y a América. Lacosa es -como lo conté detallada y documentadamente entonces que, llevado a Europa para presidir, por cinco años, un equipo que redactase textos, especialmente de lengua materna, “para todas nuestras escuelas de la América Latina, desde México hasta la Argentina” -como el propio Hermano le contaba en carta a su colega de Academia y querido amigo, Carlos R. Tobar esos años se redujeron a tres y el...
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