India y sus maravillas
India ofrece un patrimonio cultural no sólo apabullante –con veintiséis monumentos, parques nacionales y hasta tendidos férreos listados por la Unesco como Patrimonio de laHumanidad, sólo superada en Asia por China– sino también único, nacido de la segunda civilización más antigua del mundo todavía viva y que entreabre la posibilidad de sumergirse en cierta medida en un microcosmos en el que conviven religiones, mitos, tradiciones y prácticas –como el yoga o la renuncia– que apenas han variado en los últimos cuatro mil años.
Es como si en España pudiéramos observar enla calle de una capital a personajes viviendo como lo hacían los íberos. Esto sólo ocurre en la India, y puede contemplarse apenas se sale del aeropuerto, una vez superado también el horror que causa a muchos recién llegados los poblados de chabolas que se extienden por kilómetros al borde de la autopista que conduce al centro, como sucede en la antigua Bombay, hoy rebautizada como Mumbai.
Lossadhus, esos santones de largas greñas en las que prenden una pequeña luna de plata y recorren incansablemente el país dedicados a la meditación y el limosneo, deambulan por unas calles flanqueadas de bazares de joyería, libros sagrados, especias o flores en el puro centro de Nueva Delhi, Bombay o Calcuta, mezclados con miles de oficinistas que van o vuelven del trabajo.
En un parque del centrofinanciero de Delhi un turista se asombra ante un banco en el que descansan codo a codo un ejecutivo sikh vestido con un impecable traje cruzado y un fakir sivaíta con sus pipas de hierbas alucinógenas y una cobra enrollada en el antebrazo. Y no pasarán muchos minutos sin que se le acerquen para ofrecer sus servicios un limpiador de orejas o de zapatos, un sastre remendón, un vendedor de elixires parael vigor sexual, un adivino palmista o, simplemente, un educadísimo transeúnte que con un delicioso inglés con formas corteses del siglo XIX entabla conver- sación con el extranjero y le ofrece una muestra de la ancestral hospitalidad india.
A todo ello se le pone un fondo de canciones de las películas de Bollywood, de románticos gazhales musulmanes que cantan el desamor de las huríes o de losacordes del sitar de Ravi Sankhar y otros cuantos genios de la música con más tradición del planeta; de las plegarias de los muecines en las mezquitas, o los rezos a Rama y, menos agradable, los incesantes claxons de coches y motos que congestionan ya hasta las urbes más pequeñas del subcontinente. Y son precisamente Nueva Delhi y Mumbai las dos puertas de entrada a la India para casi el cien porcien de los viajeros que lo hacen por vía aérea.
La primera es una ciudad interior, tradicional, sede del Gobierno y las instituciones administrativas que se ubican en magníficos edificios de los últimos tiempos de la colonia y se alinean a lo largo de las avenidas de la parte nueva de la ciudad, el sector planificado por los británicos como contrapunto a los abigarrados bazares y tortuososcallejones del Viejo Delhi, que acoge los principales monumentos de la ciudad: el Fuerte Rojo y la Jama Masjid, la mezquita más grande de India.
La antigua Bombay, en cambio, es una ciudad cosmopolita , madre del tan cacareado Bollywood, que produce cada año miles de películas ramplonas, pasteleras y repetitivas y un par de obras maestras. Bombay o Mumbai es una urbe moderna que se extiende a lo...
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