Koonek: La Leyenda Del Calafate
Los bosques de ñires, lengas y coihues, comienzan a tomar un tono característico anunciando el otoño y dando a los árboles una gama multicolor que va desde el rojointenso pasando por los matices inimaginables del dorado y del naranja. Esta transformación se viene repitiendo año tras año, desde tiempo inmemorial.
Los Chonkes, verdaderos dueños de la tierra,conocían los secretos del sur patagónico, en su deambular de Aike en Aike.
Los guanacos, alimento y abrigo de esta gente, comenzaban a descender de las mesetas en tropillas hacia los valles encerrados engrandes cañadones, viejas cunas de antiguos glaciares, en un permanente rito milenario, al que se suman los avestruces en busca de abrigo y de alimento.
Hacia el Oeste, la espina dorsal de América,que son los Andes, ha amanecido de nieve. El invierno llegará inexorablemente y ellos lo saben. En ese época, la tribu de los Chonkes, comenzaban su viaje hacia el norte, donde el frío no era tanintenso, además la caza no faltaba, pero tengamos en cuenta que el viaje se hacía a pie, ya que los primeros caballos arribaron a Santa Cruz, allá por el año 1.526,con la Expedición de Jofré de Loaiza.Koonek, la anciana curandera de la tribu, no podía caminar más, sus viejas y cansadas piernas estaban agotadas, pero la marcha no se podía detener y es una ley natural cumplir con el destino. Ella locomprendió. Las mujeres de la tribu le hicieron un Kau (toldo) con pieles de guanaco y juntaron abundante leña, prepararon charque, reunieron huevos conservados en sacos con grasa y se despidieron deella con el «Gayau» (canto familiar) de la familia, luego ella, con un hilito de voz, entonó el milenario canto de la raza y envuelta en su «Kai ajnun», fijó sus ojos en la distancia, hasta que la gentede su tribu se perdió tras el filo de una meseta. Se quedaba sola para morir, ya que los alimentos no le alcanzarían para pasar el largo invierno, aunque tal vez algún puma hambriento le acortara...
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