LA HISTORIA DE LA IDENTIDAD HOBWANS
Eric Hobsbawm*
El presente ensayo, que discrepa del relativismo de algunas de las actuales modas
intelectuales (“posmodernas”), lo escribí para un número especial sobre historia,
dirigido por mi amigo el profesor Francois Bédarida, director durante mucho tiempo del
Institut pour l'Histoire du Temps Présent, destinado a la revista Diogenes,42/4 (1994),
con el título de “The Historian between the Quest for the Universal and the Quest for
Identity”.
I
Quizá lo mejor sería empezar este examen de la difícil situación del historiador
con una experiencia concreta. A principios del verano de 1944, mientras el ejército
alemán se retiraba hacia el norte de Italia para establecer un frente más fácil de
defender contra el avance de lasfuerzas aliadas a lo largo de la llamada Línea Gótica
en los Apeninos, sus unidades perpetraron varias matanzas, que solían justificar
diciendo que eran represalias por las actividades de los “bandidos” (esto es, los
partisanos). Unos cincuenta años más tarde, algunas de estas matanzas ocurridas en
la provincia de Arezzo, de las que hasta entonces sólo se acordaban los
supervivientes de lospueblos y los historiadores locales de la Resistencia, fueron el
motivo de que se celebrara una conferencia internacional sobre el recuerdo de las
matanzas perpetradas por los alemanes en la segunda guerra mundial.
La conferencia reunió no sólo a historiadores y científicos sociales de varios
países del este y el oeste de Europa y los Estados Unidos, sino también a
supervivientes del lugar,antiguos miembros de la Resistencia y otros interesados.
Ningún tema podía ser menos puramente “académico”, incluso cincuenta años
después de que 175 hombres fueran separados de sus mujeres e hijos en Civitella
della Chiana, fusilados y arrojados a las casas incendiadas de su pueblo. Por tanto -y
ello no tiene nada de extraño-, la conferencia se celebró en un extraordinario ambiente
detensión y malestar. Todo el mundo era consciente de que estaban en juego asuntos
de gran importancia política, incluso existencial. Cada uno de los historiadores
presentes no podía por menos de preguntarse sobre la relación de la historia con el
presente.
Después de todo, hacía tan sólo unas semanas Italia, por primera vez desde
1943, había elegido un gobierno en el que había fascistas y queestaba entregado al
anticomunismo al tiempo que afirmaba que la resistencia del período 1943-1945 no
había sido un movimiento de liberación nacional y, en todo caso, el asunto pertenecía
a un pasado remoto que no tenía nada que ver con el presente y debía olvidarse.
Todo el mundo se sentía molesto. Los supervivientes de los tiempos de la
resistencia y las matanzas estaban molestos al verque se sacaban a relucir cosas
que, como sabían todos los hombres y las mujeres del país, era mejor no nombrar.
¿Cómo, salvo mediante un acuerdo tácito de enterrar los conflictos del pasado,
hubiera podido recuperar la vida rural algún tipo de “normalidad” después de 1945?
(Un historiador norteamericano presentó un trabajo perceptivo sobre este mecanismo
de silencio selectivo en un pueblo deIstria donde había nacido su esposa, que era
croata.) Los antiguos partisanos y, de hecho, la opinión pública de la Toscana, región
profundamente izquierdista, se sentían molestos por vivir en unos momentos en que la
república italiana rechazaba de modo oficial la tradición de la resistencia contra Hitler y
Mussolini, que ellos (con razón) consideraban el fundamento de dicha república. Loshistoriadores jóvenes, y cabe suponer que principalmente de izquierdas, que habían
entrevistado o vuelto a entrevistar a los habitantes de los pueblos con vistas a la
conferencia, se escandalizaron al ver que, como mínimo en un pueblo muy católico,
los habitantes culpaban de las matanzas menos a los alemanes que a los jóvenes del
lugar que se habían unido a los partisanos y, según creían,...
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