La Policia
César Augusto Dávila
La Policía
Uno de los sueños locos que alucinaron mi juventud primera, consistía en puntualizar como requisito para obtener el documento de identidad nacional -que antes se llamaba Libreta Electoral,- el haber leído y comprendido, “El Mundo Es Ancho y Ajeno”, del inolvidable Ciro Alegría.
Enesta sensacional novela, que ningún peruano debiera ignorar, se relata la vida y miserias de la Comunidad de Rumi, perdida en los Andes y en los vericuetos de nuestras historias. Es decir, la ficcional y la verdadera, que a veces, es más triste todavía.
El citado voluminoso libro, llegó a mis infantiles manos de manera misteriosa, cuando apenas tenía ocho años. Desde entonces, lo he leído yreleído más o menos doce veces y otras tantas, sus narraciones entrelazadas, me han arrancado lágrimas de frustración, al comprobar que muchos – si no todos-los problemas, abusos y contradicciones, allí relatados, han sobrevivido a las diversas vidas que he vivido hasta esta mañana fría y garuada, como la tristeza misma.
Una de las breves secuencias de esta “biografía del Perú real”, me estremeciócuando apenas era un chiquillo y me sigue doliendo en el alma, hoy, que he terminado por creer en muy pocas cosas.
Y se refiere al día en que Rosendo Maqui, alcalde de los comuneros, termina por comprender que de nada valdrá tener razón, ni gritar pidiendo justicia, mientras personajes como el gamonal Álvaro Amenábar y Roldán, tengan de su lado a la policía y además, puedan comprar la concienciade ciertos jueces. Entonces, el viejo Rosendo, en palabras del gran Ciro:”se sentó a la vera del camino y se puso a llorar, cual una vieja piedra que resumara humedad”.
- Dicen quienes lo saben, que “El Mundo es Ancho y Ajeno”, fue ninguneado en un importante concurso convocado en el Perú, en razón del –entonces- credo aprista del escritor, lo cual no impidió que posteriormente ganara otrocertamen en Chile y luego conquistara la fama en Estados Unidos, a través de un consagratorio comentario de John Doss Pasos, seguido por Carleton Beals y otros eruditos literarios.
Actualmente, el libro se lee en más de treinta idiomas y es un texto de culto para varias generaciones de investigadores sociales.
Pero el país que ahí se retrata, sigue siendo el mismo, o más o menos.
A muy corta edad,solía asombrarme de ver, en la Plazuelita de Guadalupe, vecina al Palacio de Justicia, a un colorido grupo de campesinos ataviados “a la cuzqueña”, con ojotas, poncho y montera, entrevistándose con el Dr. Numa Pompilio y no sé qué más, abogado quechuahablante, que les hacía promesas y les auguraba triunfos, referidos al reconocimiento de propiedad de los predios de su lejana comunidad.
Al finalde estas entrevistas callejeras, invariablemente el “Rosendo Maqui” de entonces, apelaba a una multicolor faltriquera, de donde extraía unos billetes maltratados por todas las inclemencias, para pagar la sabia y promisoria ayuda del “Doctorucha”.
Andando el tiempo y convertido yo, en reportero de “Última Hora”, entrevisté a los hijos de aquellos litigantes, enterándome entonces, que la comunidad“en litis”-como se dice en Derecho- tenía títulos de propiedad desde los tiempos del Virrey Toledo, pero que igual, nunca habían conseguido hacerlos valer, ante la invasión reiterada de la “Cerro de Pasco Cooper Corporation”.
Por entonces, se decía en “El Diario de los Doctores” y también en el “De Los Señores”, que los más jóvenes de tales comuneros, eran licenciados del ejército y por lotanto, no sólo sabían manejar armas, sino que –de algún modo-las poseían y estaban en condiciones de usarlas, “si acaso algunos falos judiciales les resultaran adversos”.
-Pues bien. Un día de esos, no “algunos”, sino todos, los fallos judiciales se pronunciaron a favor de la transnacional y como los comuneros, gritaran su protesta en keshua y lanzaran algunas piedras utilizando sus ancestrales...
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