Leer Mesinger
consolidación del capitalismo con la Revolución Industrial. Rompió las formas productivas
vigentes desde hacia siglos y permitió el pasaje de una producción limitada, que los sometía
a frecuentes hambrunas. Una larga serie de cambios económicos, sociales, políticos y culturales sentaron las bases para el desarrollo de la primera economía industrial del
planeta.
Un gran salto se produjo a fines del siglo XVIII cuando aumento la demanda colonial de
telas de algodón y llevo a reemplazar la producción artesanal por la fabril. Esto dio lugar a
crear establecimientos (fabricas) que implicaban mecanización, extensión del trabajo asalariado y el uso del vapor como nueva fuente de energía, lo que a su vez requirió la
expansión de la producción carbonífera, y alentó el aumento de la producción de hierro
(nuevo material de las maquinas de hilar). También se industrializo la química con la
producción de tinturas.
Todos estos avances no se detuvieron allí la necesidad de colocar una producción en
constante crecimiento produjo innovaciones en el campo de los transportes y
comunicaciones, dando lugar al ferrocarril.
Desde 1820 a 1850, Inglaterra construyo una red ferroviaria que expandió la producción de
hierro y carbón, generando la fabricación de rieles, vagones, locomotoras, terraplenes y
estaciones. El ferrocarril permitió la expansión del empleo asalariado, el acortamiento de las
distancias, el abaratamiento de los fletes y la integración del mercado nacional.
El sector rural también se vio favorecido por la aplicación de abonos químicos y la utilización
de nuevas herramientas y maquinarias que elevaron la productividad y el volumen global de
la producción agraria.
Los cambio no se limitaron a la tecnología, la producción y el comercio, sino que a medida
la sociedad se trasformaba profundamente. En el campo y en la ciudad, las formas tradicionales de relación social fueron reemplazadas por dos clases básicas del capitalismo:
la burguesía y el proletariado.
El creciente dominio humano sobre la naturaleza puso en cuestión la noción tradicional de
un mundo inmutable regido por la voluntad divina.
La urbanización, las migraciones internacionales y el doblamiento de regiones casi desiertas del planeta fueron rasgo del proceso desatado por la Revolución Industrial. La instalación de
las industrias en las urbes y el simultáneo avance del capitalismo en el agro, así como el
crecimiento demográfico, alentaron un intenso éxodo de las poblaciones del campo a las
ciudades, formando junto a oficiales y aprendices el naciente proletariado.
A principios del siglo XIX el crecimiento de la economía y de las ciudades, la riqueza y el empleador de los sectores burgueses que lideraban las transformaciones, tenían su
contracara de explotación, desarraigo y pamperizacion en el proletariado. Tuvieron que
acostumbrarse a vivir de un salario, descubrir el temor por el desempleo y habitar barrios
sucios y pobres. Por esto, los trabajadores comenzaron a crear protestas, sindicatos y
partidos políticos para la luchas por mejoras en las condiciones de trabajo y de vida.
A mediados del siglo XIX, Inglaterra con un liderazgo internacional muy elevado y bajo el
impulso de su burguesía industrial impuso en el mundo un nuevo ordenamiento económico,
conocido con el nombre de división internacional del trabajo. Cada país debía especializarse
en el mercado internacional.
Las ventajas de este sistema para Inglaterra eran muchas: la concentración dentro de sus fronteras de las actividades ligadas al progreso tecnológico, la aceleración del proceso de
acumulación a través de la importación de alimentos y materias primas mas baratas que los
producidas locamente y la apertura de nuevos mercados para su producción industrial
excedentaria y la exportación hacia esos países de una importante masa de sus capitales.
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