Literatura Indigena
(CONTRIBUCIÓN AL DEBATE SOBRE LA
LITERATURA INDIGENISTA DEL ECUADOR)^
Dolorosa coincidencia. En el momento en que comienzo a redactar este breve ensayo sobre la literatura indigenista de mi país, el cable internacional trae la noticia del fallecimiento del novelista Jorge Icaza (1906-1978), acaecido el día 26 de mayo. El Ecuador acaba pues de perder a su másno¬table escritor del siglo veinte y la primera tentación que me surge es la de decir que con su muerte se cierra toda una etapa de nues¬tra historia literaria. Pero tal afirmación sería inexacta: esa fecha debería situarse posiblemente hace dos décadas, cuando el propio Icaza publicó el último gran relato ubicable dentro de dicha co¬rriente: El chulla Romero y Flores (1958). Para esa fecha José dela Cuadra (1903-1941) había fallecido ya, lo mismo que Joaquín Gallegos Lara (1911-1947); Enrique Gil Gilbert (1912-1974) prácticamente había dejado de escribir para dedicarse de lleno a la actividad política; Ángel F. Rojas (1909) era un próspero abogado que apenas si recordaba con algo de remordimiento y nostalgia la época de El éxodo de Yangana; Alfredo Pareja Diezcanseco (1908) y DemetrioAguilera Malta (1909) seguían produciendo pero ya
1 Tomado de: Agustín Cueva, Lecturas y rupturas. Diez ensayos sociológicos sobre la literatura del Ecuador, Quito, Editorial Planeta-Letraviva, 1986, pp. 159-184.
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Pensamiento Fundamental Ecuatoriano
dentro de otra veta, ensayando con irregular fortuna nuevos esti¬los y estructuras narrativas.]
El mismo autor de Huasipungo atravesó porun largo período de silencio del que solo logró salir en 1972 -o sea catorce años después de El chulla Romero y Flores- con la aparición de su tríp¬tico intitulado Atrapados, en la editorial Losada. Mas esta novela, que ingenuamente Icaza consideraba su chef-d'oeuvre, carecía ya de la fuerza dramática que había caracterizado a su anterior pro¬ducción. En buena parte antológica, puesto que incluyealgunas piezas de teatro escritas hace cuatro décadas, Atrapados es en lo demás una obra autobiográfica y de reflexión sobre la creación del autor, pero en la que hasta el vigoroso estilo icaciano termi¬na transformándose en «manera». Para decirlo en pocas palabras, Icaza no hace aquí más que sobrevivirse: su mensaje está agotado, como agotado está, en cuanto forma social, ese Ecuador semi-feudalen curso de disolución que él vivió en su juventud y que con amor, dolor e ira supo plasmar en sus célebres relatos. 1972, el año en que se publica Atrapados, es precisamente el año de na¬cimiento del Ecuador «petrolero» y, por ende, en cierto sentido «moderno», con esa modernidad dudosa que el «boom» bananero de fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta prefi¬guró de alguna manera.Lo que de verdad me asombra ahora que vuelvo a recapaci¬tar sobre el proceso literario de mi país, no es tanto el hecho de que durante los treinta y pico de años que van desde la aparición *de la primera novela indigenista, Plata y bronce (1927), de Fer¬nando Chávez, hasta la publicación de El chulla Romero y Flores, hayamos tenido un predominio neto de la corriente que denomi¬namos realismosocial, de la que el indigenismo no es sino una vertiente. Tampoco me llama la atención el que a partir de 1958, aproximadamente, dicha corriente haya ido extinguiéndose junto
con la peculiar materia prima que constituyó su savia. Lo que parece tener visos de una paradoja que quisiera destacar, es más bien el hecho de que esa literatura tildada de «localista», regiona-lista» o «criollista», siemprede manera peyorativa, sea la literatura más universal que hasta ahora ha producido el Ecuador. Porque, seamos justos: ¿qué otra cosa es la «universalidad» literaria si no la capacidad de elaborar un mensaje artístico que por su intensidad expresiva llegue a las más amplias latitudes, difundido y traduci¬do como efectivamente fue el de nuestra «generación del 30»?' Y seamos además francos: sin...
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