los santos inocentes personajes
Libro primero. Azarías
Vísitas a la Régula
El Azarías visitaba con frecuencia a su hermana, que servía en un cortijo contiguo; la Régula le
regañaba y el Azarías regresaba al cortijo de La Jara.
El motivo de sus discusiones era que la Régula aspiraba a que sus hijos «se ilustrasen» y les
enviaba a la escuela. Azarías pensaba que era un error, y lo expresaba de forma concluyente: «[...].
luego no te sirven ni para finos ni para bastos». Su opinión se debía a que en el cortijo de la Jara, por el
que vagaba, nadie se ocupaba de la cultura de los servidores.
La vida de Azarías en La Jara
El autor nos ofrece detalles someros del aspecto físico de Azarías: vestía pantalones de pana
remendados por las corvas, la bragueta sin botones; andaba descalzo y rutabacontinuamente.
Erraba por el cortijo sin que nadie se ocupara de él. Al señorito no le importaba lo que hacía el
Azarías, aunque le molestaba que el viejo dijera «que tenía un año más que el señorito» cuando, en
realidad, «ya era mozo cuando el señorito nació».
El Azarías tenía, en el cortijo, algunas ocupaciones:
• lustraba el automóvil del señorito;
• quitaba los tapones de las válvulas de los cochesde los amigos que visitaban al señorito, para que a
éste no le faltasen;
• cuidada de los cinco perros del cortijo;
• sacaba los pavos al encinar, con las primeras luces;
• rascaba los aseladeros;
• regaba los geranios y el sauce;
• adecentaba el tabuco donde tenía un búho;
• por la noche, desplumaba las piezas cazadas. Con frecuencia, si la caza era abundante, reservaba
algo para la milana(así llamaba a su búho), que lo agradecía sobremanera.
La pasión por la milana
Despreciado por los demás, el Azarías busca cariño en el búho. El Gran Duque recibía todas las
noches puntualmente su comida, y Azarías le rascaba amorosamente repitiendo: « [...] milana bonita,
milana bonita».
Le llevaba a las cacerías que el señorito organizaba junto a sus amigos. Azarías, que se
encargabade recoger lo cazado, siempre le reservaba alguna ratera que el búho, gozosamente,
devoraba.
Luego, Azarías se acercaba a los coches de los amigos del señorito para desenroscar las tapas
de las válvulas de las ruedas, que guardaba en una caja de zapatos; después se distraía contándolas: «
[...] al llegar a once, decía invariablemente, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco...».Tenía la costumbre de orinarse las manos para que no se le agrietasen.
El monótono vivir del Azarías transcurría «así un día y otro día, un mes y otro mes, un año y otro
año, toda una vida».
La perezosa
En ocasiones, se despertaba «flojo y como desfibrado». Entonces, no podía hacer nada: se
acostaba bajo los zahurdones o entre la torvisca y cuando alguien (Dacio el Porquero, o el señorito,o
Dámaso el Pastor) le preguntaba qué le pasaba, Azarías respondía: « [...] ando con la perezosa, que yo
digo».
«La perezosa» sólo se le quitaba cuando le «sobrevenía el apretón y daba de vientre». Entonces
recuperaba poco a poco las fuerzas y volvía a sus ocupaciones habituales: lo primero era ir a ver a «la
milana», luego contaba los tapones de las válvulas, y, finalmente, decidía ir dondesi hermana, lo que
1
nadie le prohibía. Le contrariaba que los hijos de Régula (sus sobrinos) estuvieran en la escuela. A la
mañana siguiente, regresaba a La Jara, sin que nadie en el cortijo se inmutara con su llegada.
La primavera. El grito del cárabo
Al llegar la primavera, la monótona vida d Azarías sufría un cambio; el hombre «se transformaba».
Al ponerse el sol, llevaba al búho alencinar, donde lo soltaba. El animal volvía al momento, con
una rata o con un pinzón y lo devoraba delante de Azarías.
En estas noches, los gritos de los animales (el ladrido de la zorra en celo, el bramido de los
venados o, en otros tiempos —antes del tendido eléctrico— el «fúnebre ulular» de los lobos) inundaban
el ambiente interrumpiendo la voraz comida de «la milana».
Pero lo que más...
Regístrate para leer el documento completo.