Mayer
Una de las tesis principales de la obra de Mayer es que no hay revolución sin violencia ni terror, sin guerra interna y externa, sin iconoclastia o conflictos religiosos, sin colisión entre ciudad y campo. Las “furias” de la revolución se alimentan primariamente de la inevitable y esperableresistencia de las fuerzas e ideas que se le oponen, tanto en el ámbito doméstico como externo. Esta polarización se vuelve feroz una vez que la revolución, enfrentada con dicha resistencia, promete y amenaza concretar una radical refundación de la política y de la sociedad. Este problema de la fundación o de la refundación ha interesado durante siglos a los teóricos, ninguno de los cuales sugiriósiquiera la posibilidad teórica o histórica de que dicho renacer radical pudiera producirse sin un estallido excepcional de violencia y sin una temporaria reversión a una fase de barbarie.
Al repensar el rol de la violencia y la revolución, tengo en mente no sólo las “furias” inherentes a la noción de “nueva fundación” sino también la importancia que la violencia colectiva posee desde tiemposinmemoriales. Esta circunstancia siniestra e irrebatible, desafía el extendido presupuesto que afirma que la violencia es un fenómeno al menos tan raro como la revolución. La guerra internacional, la guerra civil son componentes de una revolución. La violencia que acompaña a un proceso revolucionario alcanza su extremo precisamente porque la revolución implica tanto una guerra civil como una guerrainternacional.
La revolución surge y se alimenta del colapso de la soberanía centralizada e indivisa de un estado, y de su disolución en varios centros de poder competitivo. Durante las Revoluciones francesa y rusa, cada uno de dichos centros recurrió eventualmente a la violencia, en un esfuerzo por reclamar o asegurar en su favor el monopolio del uso legítimo de la coerción, en el nivel nacional,regional o local. El esperable espiral de violencia se vio amplificado por el simultáneo colapso de los sistemas judicial y legal, lo que abrió una brecha para el retorno de la venganza reprimida, particularmente en zonas de guerra civil o terror desatados.
Es otro postulado del autor que la revolución y la contrarrevolución exigen ser concebidas y examinadas una en función de la otra (recordar loque plantea Furet sobre la violencia revolucionaria… para él no se asocia necesaria y directamente con la contrarrevolución). La Contrarrevolución fue un fenómeno real y tangible. No se trató de un fantasma, de un complot inventado por los revolucionarios para potenciar su ideología y retórica maniqueas para justificar el terror revolucionario. (División “amigo-enemigo” según a definición de CarlSchmitt). La contrarrevolución es tan compleja, plástica y facciosa como la revolución. Existe una compleja contrarrevolución desde arriba y una espontánea anti-revolución desde abajo –particularmente las distintas formas de resistencia campesina, que fueron el epicentro de las guerras civiles de las revoluciones francesa y rusa-. La contra-revolución y la anti-revolución nunca lograronconectarse, con el resultado de que la fortuna de las fuerzas contrarrevolucionarias pasó a depender mucho de la ayuda exterior y de la intervención militar promovida por los emigrados. El autor habla de que esta contrarrevolución tenía un pensamiento propio anti-ilustrado, y que ese pensamiento también estaba destinado a durar durante mucho tiempo (para él, tiene su cuota de culpa en influir elpensamiento de la Alemania nazi).
Otra premisa del autor es que el conflicto religioso fue una fuerza revolucionaria significativa. En sociedades con casi el 85% de población rural, campesina y analfabeta, la Iglesia y la religión eran fenómenos omnipresentes. La unidad orgánica entre lo político y lo sagrado estaba intacta en la cúspide del estado. Los reformistas y revolucionarios desdeñaron el mundo...
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