Moyan
I
Desde su kang —la plataforma de ladrillo y tierra prensada en la que solía dormir—, donde estaba acostado tranquilamente, el Pastor Malory vio un haz de luz roja y brillante que iluminaba el pecho rosado de la Virgen María y la cara regordeta del Niño Bendito, que ella sostenía entre sus brazos, y que estaba con el trasero desnudo. El agua de las lluvias del último verano habíadejado unas manchas amarillas sobre el óleo del retablo, dando a la Virgen María y al Niño Bendito una expresión ausente. Una araña de patas largas colgaba de un hilo plateado junto a la luminosa ventana, meciéndose en una ligera brisa. «Por la mañana, las arañas traen felicidad, y por la tarde prometen riqueza». Eso era lo que la pálida pero hermosa mujer había dicho, un día, al ver a una deestas criaturas de ocho patas. Pero ¿a qué felicidad puedo aspirar yo? Todos los pechos y culos celestiales de sus sueños fulguraron en su mente. Oyó, provenientes del exterior, el ruido de los carros y los graznidos de las grullas en la ciénaga lejana, además de los balidos enfadados de su cabra lechera. Los gorriones golpeaban ruidosamente contra el papel que tapaba la ventana. Las urracas, losllamados pájaros de la felicidad, cotorreaban en los álamos cercanos. Por la apariencia que tenía todo, bien podría ser que la felicidad estuviera hoy en el aire.
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Entonces, de repente, su mente se aclaró, y la hermosa mujer con una tripa increíblemente grande apareció de forma violenta, rodeada por un halo de luz cegadora. Sus labios temblaron nerviosamente, como su estuviera a punto de deciralgo. Estaba en el undécimo mes de embarazo, así que hoy debía de ser el día. En un instante, el Pastor Malory comprendió el significado de la araña y de las urracas. Se incorporó y bajó de su kang. Después de coger un cántaro de barro negro, caminó hasta la calle que había detrás de la iglesia, donde vio a Shangguan Lü, la esposa de Shangguan Fulu, el herrero, que estaba inclinada, barriendo lacalle frente a la tienda. Su corazón se detuvo por un instante y sus labios temblaron. «Dios de mi vida —murmuró—. Señor Todopoderoso...». Se santiguó con un dedo y retrocedió lentamente hasta una esquina para observar, en silencio, a la alta y decidida Shangguan Lü que, callada y concentrada, barría el polvo que se había humedecido con el rocío y lo dirigía hacia su recogedor, separandocuidadosamente los trozos de basura y dejándolos a un lado. Sus movimientos eran torpes pero vigorosos; su escoba, trenzada con campanillas de mijo dorado, era como un juguete en sus manos. Tras llenar el recogedor y apisonar el polvo que quedaba en el suelo, se irguió. Justo cuando Shangguan Lü había empezado a irse, oyó un fuerte ruido a su espalda y se dio la vuelta para ver de qué se trataba. Algunasmujeres venían corriendo a través de la puerta negra de la Casa Solariega de la Felicidad, donde tenían su hogar las familias acomodadas de la ciudad. Iban vestidas con harapos y sus caras estaban manchadas de hollín. ¿Por qué estas mujeres, que normalmente se visten con sedas y satenes, y que nunca se dejan ver sin antes haberse pintado los labios, van vestidas así? En ese momento, un carreteroconocido por todos como Viejo Paro surgió del conjunto montado en su nuevo carro, con su dosel verde oscuro y sus ruedas de goma. Las mujeres subieron a bordo incluso antes de que se detuviera del todo. El carretero bajó y se sentó en uno de los húmedos leones de piedra a fumarse una pipa en silencio. Sima Ting, el administrador de la Casa Solariega de la Felicidad, emergió del conjunto con un ave16
de cetrería, moviéndose tan rápida y grácilmente como un jovencito. Bajando de un salto, el carretero le echó una rápida mirada al administrador, que le quitó la pipa de las manos, dio unas cuantas pitadas bien ruidosas y dirigió la vista hacia el cielo rosáceo de la primera hora de la mañana, bostezando con fuerza. —Hora de irse —dijo—. Espérame en el Puente del Río del Agua Negra....
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