Pasiones de la línea de O.Picardo
En el libro De docta ignorantia (1440), el teólogo y filósofo alemán Nicolás de Cusa definió la coincidentia oppositorum como el punto donde los opuestos convergen, “una de las formas más arcaicas en que se ha expresado la paradoja de la realidad divina”, según apuntó alguna vez MirceaEliade. Paradoja es también la del título de este libro, Pasiones de la línea (Poemas de Nicolás de Cusa) que parece cifrar una idea sobre el mundo y al mismo tiempo la relojería compositiva del autor: el esbelto y meditado contorno de la línea, acontecimiento y proyecto, atravesados ambos en su destino de vuelo uniforme por la imprevista flecha de unas pasiones.
De tal forma, este último poemariode Osvaldo Picardo (Mar del Plata, 1955) combina con trabajada naturalidad la experiencia de la inmediatez con una suerte de lógica meditativa. En los pliegues de esta operatoria se deslizan los poemas, que van de lo particular a lo general, de lo sensorial e íntimo a lo filosófico, suscitando a un tiempo en el lector el impacto de la emoción y los puntos suspensivos (siempre suspensivos) de unacontecimiento reflexivo, que tiene su centro en la docta ignorantia, modo perfectible aunque por naturaleza insuficiente de conocimiento ante lo totalmente otro. “Algo está aparte y es extraño a toda creación”, cita Picardo de Maese Eckhart, y es verdad, como ese “pez que espera” y que ignoramos (47) en la pura inminencia de la pesca, en sí misma la razón de estos textos. Hay en el libro unaalteridad indomable, algo que se percibe e intenta verse, convivirse, tocarse y conocerse en vano. Esta imposibilidad, coincidente en apariencia con la inefabilidad mística, no es representada sin embargo a partir del anonadamiento o las medias palabras de un lenguaje extinguiéndose en el lábil intento de la nominación, sino que interpela a lo no conocido –la realidad, el ser, tal vez el dios, ese“libro perdido en las aguas” (p. 45)- desde la cotidianidad, desde una experiencia desconcertada parecida a la del propio lector, cuya perplejidad intenta reconstruirse en la voz de estos poemas: “Tenemos, nadie lo duda” –se dice límpidamente en “Doctrina de las conjeturas”- “la información correcta y se hace fácil/ dar las respuestas equivocadas” (p.34). Y del equívoco forma parte, una y otra vez, lapropia poesía y la palabra poética en general, al cabo insuficientes, porque “la luz […] está en otra parte, y nos abandona,/ en la mesa, ante una verdad ilegible” (“Vida de poesía”, p. 41).
Tres partes articuladas, “La máquina del mundo”, “Error de cálculo” y “Lecturas y variaciones de la línea” dan cuenta de esta convivencia problemática entre el sujeto que escribe con lo otro: un universoajeno (alienus) poblado de objetos y animales, un bestiario alegórico frecuente en la obra del autor. Así, las ballenas del sur y los sures (tan míticas, tan literarias, por lo demás), cifran, encalladas en la arena, “la torpe magnitud con que la orilla/ deforma lo que no comprende ni quiere” (“Infinitos”, p. 11), y merced a la cual “nosotros apenas si contamos” (“Ballenas”, p. 13). Por su parteAracné, la “mítica ahorcada”, sostiene literalmente con sus hilos el exemplum de “Arañas”, de tramas fascinantes y engañosas en su posesión brutal: “Pero ninguno puede entenderlo./ Tan invisible es la tela/ que nos hace ignorar/ que está, ahí mismo,/ donde duerme una araña” (20). Además de gatos, babosas y escarabajos (estos últimos minúsculas variaciones del dios), están los pájaros, cercanos ylejanos, de otros libros de Picardo (grajos, vencejos, zorzales) que vuelven aquí otra vez en la tenue vida del picaflor, animal visible de lo invisible (diría Lezama Lima) y metonimia de nuestra propia ilusión de existencia: “Se persigue una imagen/ y sólo sos un fantasma que permanece en el agua” (“Otra vez el picaflor”, p. 31).
Otros seres y objetos del mundo circundante nos interpelan...
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