Platon
Alegoría del Sol (República, 505a-509b)
—Con frecuencia me has escuchado decir que la Idea del Bien es el objeto del estudio supremo, a partir del cual las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas. Y bien sabes que estoy por hablar de ello y, además, que no lo conocemos suficientemente. Pero también sabes que, si no lo conocemos, por más que conociéramos todas lasdemás cosas, sin aquello nada nos sería de valor, así como si poseemos algo sin el Bien. ¿O crees que da ventaja poseer cualquier cosa si no es buena, y comprender todas las demás cosas sin el Bien y sin comprender nada bello y bueno?
— ¡Por Zeus que me parece que no!
—En todo caso sabes que a la mayoría le parece que el Bien es el placer, mientras a los más exquisitos la inteligencia.
— Sinduda.
— Y además, mi amigo, los que piensan esto último no pueden mostrar qué es la inteligencia, y se ven forzados a concluir que es la [inteligencia] del bien.
— Cierto— dijo—, y resulta ridículo.
— Claro, sobre todo si nos reprochan que no conocemos el Bien y hablan a su vez como si lo supiesen; pues dicen que es la inteligencia del Bien, como si comprendiésemos qué quieren decir cuandopronuncian la palabra “el Bien”.
— Es verdad.
— ¿Y los que definen el Bien como el placer? ¿Acaso están menos incursos en error que los otros? ¿No están forzados a convenir que hay placeres malos?
— Necesariamente.
— Pero entonces, creo, deben convenir que las mismas cosas son buenas y malas, ¿no es así?
— Así es.
— También es manifiesto que hay grandes e importantes disputas en torno a esto.
—Claro.
— Ahora bien, es manifiesto que con respecto a las cosas justas y bellas, muchos se atienen a las apariencias, y aunque no sean [justas y bellas], obran y poseen como si lo fueran; pero respecto de las cosas buenas, nadie se conforma con poseer apariencias; sino que buscan cosas reales (tâ ónta) y rechazan las apariencias (dóxa).
— Es frecuente.
— Veamos: lo que toda alma persigue y envista de lo cual hace todo, adivinando que existe manejándose con dificultad y sin poder captar exactamente lo que es, sin recurrir a una sólida creencia como respecto de otras cosas, a causa de lo cual pierde en las demás lo que haya de valioso: algo de esta índole y magnitud, ¿diremos que debe quedar cubierto de tinieblas para aquellos que son los mejores en la Polis, con los cuales hemos derealizar nuestros intentos?
— De ningún modo.
— Me parece, en todo caso, que, si se desconoce en qué sentido las cosas justas y bellas [de la Polis] son buenas, no sirve de mucho tener un guardián que ignore esto en ellas, y presiento que nadie conocerá adecuadamente [las cosas justas y bellas] antes [de conocer en qué sentido son buenas].
— Presientes bien.
— Pues entones, nuestra Polis estaráperfectamente organizada, si el guardián que sobrevigila es alguien que posee el conocimiento de estas cosas.
— Forzosamente — dijo Adimanto—. Pero tú, Sócrates, ¿qué dices que es el bien? ¿Ciencia (episteme), placer o alguna otra cosa?
— ¡Hombre! —dije—, yo veo bien claro que no te contentarás con lo que opinen otros acerca de este caso.
— Es que no me parece correcto, Sócrates, que haya queatenerse a las opiniones de los otros y no a las de uno, tras haberse ocupado tanto siempre de estos asuntos.
— Pero ¿es que acaso te parece correcto decir acerca de ellas algo que no se sabe como si se supiera?
— Como si se supiera, de ningún modo, pero sí como quien está dispuesto a hablar conociendo aquellas cosas que conoce.
— ¿Y no percibes que las opiniones (dóxai) sin ciencia (epistéme) sontodas lamentables? En el mejor de los casos son ciegas. ¿O te parece que se diferencian en algo los ciegos que hacen correctamente su camino que los que conjeturan correctamente sin comprensión (noûs)?
— En nada.
— ¿Quieres entonces contemplar cosas lamentables, ciegas y tortuosas, en lugar de oír de otras cosas claras y bellas?
— Por Zeuz — exclamó Glaucón—, no te vayas como si ya estuvieras...
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