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Manuel J. Smith
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Nuestras reacciones hereditarias para la supervivencia; frente a los demás, nos defendemos mediante la lucha, la huida o nuestra afirmación verbal
Recién licenciado del ejército, conocí en la universidad a un hombre honrado y cordial. Joe era entonces un joven profesor y yo uno de sus alumnos. Cuando le conocí, Joe enseñaba psicologíay sigue haciéndolo. La enseñaba con un estilo duro, testarudo, abierto. Destruía implacablemente todas las ideas ingenuas que sus alumnos albergaban acerca de la disciplina llamada psicología. Se negaba a dar las explicaciones esperadas acerca de las normalidades mundanas de la mente, el comportamiento o el espíritu de motivación humanos. En lugar de exponer complicadas teorías sobre el motivo denuestros diversos comportamientos. hacía hincapié en la simplicidad. Para él, bastaba describir cómo funcionaban las cosas psicológicamente, y comprobar que funcionaban realmente así, empleando simples presupuestos, y encareciéndonos a dejar así las cosas, sin más. Albergaba la firme e ilustrada creencia de que el 93 % de lo que se presenta pomposamente como teoría psicológica científica es purabazofia y de que deberá transcurrir todavía mucho tiempo antes de que conozcamos realmente nuestros mecanismos básicos lo bastante bien como para poder explicar completamente la mayor parte de lo que vemos.
El valor del argumento de Joe resulta convincente. Las explicaciones técnicas o místicas de altos vuelos resultan a menudo interesantes y hasta literarias, pero no sólo son innecesarias sinoque no hacen más que complicar las cosas sin añadir un ápice a nuestros conocimientos reales. Para hacer uso de lo que la psicología puede ofrecernos, es más importante saber qué es lo que resultará eficaz, qué es lo que funcionará, más que por qué habrá de funcionar. Por ejemplo, en el trato con mis pacientes, observo que resulta típicamente inútil concentrarse demasiado en averiguar por qué unpaciente tiene un determinado problema; se trata de una especie de masturbación académica que puede prolongarse durante años sin resultados positivos. Y hasta puede resultar perniciosa. Resulta mucho más útil concentrarse en estudiar qué es lo que el paciente va a hacer, acerca de su comportamiento, y no empeñarse en comprender porqué se comporta como lo hace.
Joe llegó al extremo de hacer añicoscualquier idea que hubiésemos podido hacernos acerca de los psicólogos como nuevos sumos sacerdotes omniscientes del comportamiento humano, al refunfuñar en plena clase: «Me fastidian los alumnos que hacen preguntas que no sé contestar!» Como se adivinará sin duda, el carácter de Joe fuera del aula no era muy diferente, y, a pesar de ser un experto en comportamiento humano, no le faltabanproblemas en su trato con los demás. Joe tenía problemas suficientes además de los que yo le planteaba y que le obligaban a refunfuñar ásperamente cada semestre, después de distribuir las calificaciones: «Esos estudiantes andan quejándose siempre de que tienen demasiados problemas personales que estudiar. ¿No pueden apechugar con sus problemas? ¡Si no tuvieras problemas, todavía no habrías empezado avivir!».
Cuando, con el tiempo, llegué a conocer a Joe como un amigo íntimo y un verdadero experto en comportamiento humano, me di cuenta de que tenía los mismos problemas que yo en su trato con los demás, y aproximadamente en la misma proporción. A medida que fui conociendo a otros expertos en comportamiento humano, en psicología y en psiquiatría, descubrí que también ellos tenían problemas en eltrato con los demás. El título de «doctor» y los conocimientos que lo acompañan no nos eximen de experimentar los mismos problemas que vemos en nuestros familiares, vecinos, amigos y hasta en nuestros pacientes, independientemente de cuáles sean sus ocupaciones o sus estudios. Lo mismo que Joe, lo mismo que otros psicólogos y no psicólogos, todos tenemos problemas en nuestro trato con los demás....
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