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Su empresa es devolver la dignidad. Por ella personas abandonadas en un manicomio -y que no tenían por qué estar ahí- saben hoy qué es un hogar. ¡Uno de ellos ya trabaja! Ella jamás perdió la fe.
Graciela Hurtado tenía otros planes para su vida. Hija de comerciante y ama de casa, se hizo psicóloga. Ellos han fallecido, ella ha convertidola casa donde creció en su centro de operaciones. Ahora allí forma a chicos con habilidades diferentes. De la mano de ella y su equipo, ellos aprenden a valerse por sí mismos.
Pero ese no es más que uno de los últimos retos que Graciela se ha impuesto. Su batalla comenzó el 90, cuando creó Hanoprem y, años después, abrió una casa-hogar para seis personas con habilidades diferentes que debido ala más absoluta ignorancia fueron abandonadas por sus familias en el Hospital Víctor Larco Herrera.
Gracias a su esfuerzo personas que habían sido abandonadas en el Larco Herrera, hoy tienen un hogar.
Tienen una vida, que aspiramos sea como la de cualquier ser humano.
Usted trabajaba en el Servicio de Niños del manicomio. Atendía consultas externas sin saber que ahí había una realidaddesconocida.
Que yo veía por mi ventana, sin saber entonces qué podía hacer.
¿Qué veía?
Niños en estado de abandono. Sus vidas pasaban sin hacer nada... Jugando con tierra, echados o sentados en el piso, o gritando...
Supo de esa realidad gracias a una profesional sueca que llegó al hospital como voluntaria.
Mona Trumstead. Para ella fue un shock. Nos dijo: "Ustedes están trabajandobien con los chicos de atención externa, pero no pueden cerrar los ojos a esta realidad". Ella nos convocó y luchó con nuestro jefe para que se haga algo.
¿Quiénes eran esas personas?
Una población de unos 40 chicos, abandonados, sin nombre; o que habían llegado por orden de un juez, porque cuando encuentran a un niño tirado en la calle, que no habla o que tiene convulsiones, ¿adónde lo llevan?Y como los doctores tampoco tenían una idea clara de qué hacer, ese pabellón se fue llenando. Hasta que llegó esa mujer.
Comenzó a trabajar con ellos.
Comencé a incorporarlos a mi trabajo. Eso fue poco antes de que tomase una beca de capacitación.
Partió tres meses a Suecia. Retornó, ¿y?
Dije: "¡Qué vamos a hacer acá!". Allá descubrí que Save the Children tenía acá un convenio con unsacerdote sueco y que este había recibido una donación para estos niños -que Mona Trumstead había tramitado-, ¡pero que nadie hacía uso de eso! Le dije a mi jefe que teníamos que hacer algo, que se compre pañales, que contrate a terapeutas físicos, de lenguaje, a psicólogos especialistas en modificación de conducta... Hubo un ligero cambio, pero estaba preocupada: sentía que hablaba un idioma quenadie entendía.
Por eso creó Hanoprem.
Una de las cosas que me habían dicho mis profesores era: "Sola, no vas a poder hacer nada en tu país". Tenían razón, ¡yo predicaba en el desierto!
En San Marcos fue promoción de Liliana Mayo, quien para entonces en un garaje ya había abierto su maravilloso Centro Ann Sullivan. ¿Fue ella un ejemplo para usted?
Entonces no teníamos contacto. Además,yo no pensaba especializarme en el tratamiento de estas personas. Yo estaba enfocada en lo que era la psicoterapia, los problemas emocionales, afectivos...
Pero la vida la puso en este camino.
La vida me puso en esto: mi primer trabajo fue reemplazar a una psicóloga en un centro de educación especial y tuve que aprender sobre retardo mental. Del 84 al 86, además, llegó otra voluntariasueca. Una profesora de educación especial y trabajó conmigo en el manicomio. Yo aún no me había atrevido a abrir el hogar, pero planteé hacer uno ahí (en el manicomio). Trabajamos duro esos dos años, y hubo un ligero cambio. Pero lo que avanzábamos en la mañana no se continuaba en la tarde: el baño otra vez estaba con llave, no había papel higiénico, les cerraban el cuarto de televisión... Y cuando...
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