Tareas
El reinado de Jeroboán II fue próspero económicamente para algunos sectores, pero funesto para los pobres. Los más poderosos se adueñaban de las tierras de los pobres. Crecía el podereconómico de unos pocos a base de usura y corrupción administrativa y judicial. Resultado de todo ello era el lujo descarado de algunos y la miseria creciente de la mayoría. Y, para colmo, este status se apoyaba en un culto religioso esplendoroso, desarrollado en el santuario nacional de Siquén.
Frente a tanto abuso social y religioso, Amós levanta con energía su voz. Él siente en su corazón una fuerterebeldía contra las injusticias que ve y la manipulación justificadora que se realiza en el culto del santuario.
El campesino Amós, puesto que no pertenece a ninguna familia sacerdotal o profética, deja bien claro que habla coaccionado por Dios mismo: “Yo no soy profeta, ni hijo de profeta… Es Yavé quien me encargó hablar en nombre suyo” (7,14). “Al oír el rugido del león, ¿quién no teme?; asítambién, ¿quién se negará a profetizar cuando escucha lo que habla Yavé?” (3,8).
Él había sentido la llamada de Dios justamente cuando iba “arreando sus vacas” (7,15). Era un campesino del sur que iba a vender a la capital del norte los productos de su tierra: higos secos y queso. Los vendía por las casas de la capital y a las puertas del santuario nacional de Siquén. Como era buen observador,conocía bien las costumbres y la religiosidad de la clase alta de Samaría. Entraría con frecuencia en las casas para vender sus productos y observaría con admiración en la puerta del templo cómo sus lujosos clientes presumían de piadosos. Era natural que él, campesino honradamente creyente, se escandalizara y se enojara ante tamaña hipocresía. Y en su enojo sintió que estaba presente Dios, que leobligaba a denunciar lo que veía.
Fue el lujo insultante de los grandes, mirado a la luz de su fe yavista, lo que provocó en Amós su vocación profética. Él experimenta a Dios como león que ruge frente a las injusticias y a los lujos de los poderosos: “Yo aborrezco el lujo insolente de Jacob y detesto sus palacios” (6,8). Sintió que su propio enojo coincidía con el enojo de Dios. Aquella gente,aparentemente tan religiosa, había destrozado el proyecto de vivir como Pueblo de Yavé.
Por eso rechaza con tanta fuerza los “lujos insolentes” de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría: “Tendidos en camas de marfil… beben vino en grandes copas y se perfuman con aceite exquisito, pero no se afligen por el desastre de mi pueblo” (6,4-6).
Las injusticias de aquella gente claman alcielo. Dios no puede verlas y quedarse impasible, dice Amós. El ha elegido a su pueblo (3,2) y le ha dado su tierra (2,9s). Cada familia debiera estar gozando los frutos de sus campos. Pero hay un abismo entre las exigencias de la fe en Yavé y la realidad existente.
El Dios de Amós quiere justicia y honestidad para todos, pues justicia y fe en Dios son inseparables. “Quiero que la justicia sea tancorriente como el agua y que la honradez crezca como un torrente inagotable” (5,24). Por eso denuncia duramente a los que transforman las leyes en algo tan amargo como el ajenjo (6,13), y a todos los que oprimen a los débiles: “A ustedes me dirijo, explotadores del pueblo, que quisieran hacer desaparecer a los humildes… Ustedes juegan con la vida del pobre y del miserable por un poco de dinero…”(8,4-6). “Ustedes venden al inocente por dinero y al necesitado por un par de sandalias. Pisotean a los pobres en el suelo y les impiden a los humildes conseguir lo que desean” (2,6s; ver 4,1s).
Lo más grave es que viven así sin preocuparles para nada la ruina del pueblo (6,6). Todo lo contrario: ellos son la causa de la miseria del pueblo. La capital, Samaría, está llena de desórdenes y de...
Regístrate para leer el documento completo.