La oralidad -la expresión de la palabra hablada- es la forma más natural, elemental y original de producción del lenguaje humano. Es independiente de cualquier otro sistema: existe por sí misma, sin la necesidad de apoyarse en otros elementos. Esta característica la diferencia de la escritura, estructura secundaria y artificial que no existiría si, previamente, no hubiera algún tipo de expresiónoral (Ong, 1987).El lenguaje -sistema de conducta distintivamente humano basado en símbolos orales- ha sido el elemento básico que ha facilitado la comunicación, que es su función fundamental. Es un hecho social que permite la adquisición de costumbres, creencias e historias propias y comunitarias, la relación con otras personas y grupos y la transmisión de experiencias y saberes. Talcomunicación -comprendida como intercambio de contenidos y experiencias- genera relaciones sociales (Casalmiglia y Tusón, 1999: 29), y, a través de ellas, configura sociedades humanas con identidades y culturas propias, basadas precisamente en el conocimiento compartido.Este último punto es de una importancia crucial para el ser humano: a través de la palabra hablada se enseña y se transmite la cultura. Dehecho, el ser humano aprende su lenguaje del mismo modo (y al mismo tiempo) que aprende su cultura, y la construcción de ambos elementos se realiza en forma de diálogo: uno genera al otro y viceversa. Los rasgos culturales más importantes (idioma inclusive) conforman la identidad de un individuo y de un pueblo, ese conjunto de características que delinean la personalidad y que hacen de un grupohumano una entidad única y especial.El lenguaje ejerce una acción coercitiva sobre los individuos, pues modela claramente su forma de pensar (cf. Durkheim, 1974, 1993) y, por ende, las maneras de entender el mundo y sus acontecimientos, de expresarlos, de reaccionar ante ellos y actuar en consecuencia. Muchas ideas, creencias, reflexiones y tradiciones no podrían ser manifestadas sino en elcontexto lingüístico que las vio nacer, y muchas realidades no podrían ser comprendidas sin las palabras inimitables que las designan. De tal punto surge la importancia de conservar los diferentes idiomas del planeta, y la alarma ante la creciente y masiva desaparición de aquellas que no ostentan la etiqueta de “dominantes” o “mayoritarias”.Muchas lenguas han carecido -y aún carecen- de sistemas decodificación escrita, lo que convierte a la oralidad en su único mecanismo de supervivencia y perpetuación. Son estos idiomas lo que más sufren por las presiones de las lenguas escritas y sus medios masivos de difusión, y los que más rápido tienden a desaparecer en el silencio y en el olvido. Con ellos se pierden, además de sonidos y vocabularios únicos, las culturas y las identidades que sostienen.En el marco de este fenómeno particular, la oralidad cobra entonces un valor agregado: la de ser vehículo de acervos culturales completos, muchos de ellos en vías de extinción.La palabra hablada ha sido desde siempre el medio más importante de transferencia de información y de contacto personal, tanto en culturas tradicionales como en contextos urbanos modernos. De su práctica continuada dependela supervivencia de lazos sociales, estructuras emocionales y miles de recuerdos que cimientan la propia vida de muchos seres humanos.A través de un acertado paralelismo con el universo musical, Álvarez Muro (2001) describe la palabra hablada de la siguiente manera:“La oralidad es secuencialidad sonora, una línea en el tiempo que se transmite entre hablante y oyente, una línea de sonidos que sedesvanecen al desaparecer la emisión. Al igual que la música, su vida es efímera, a menos que se traduzca al medio escrito o se conserve por medio de los métodos de grabación. El hablante transmite un mensaje que debe modularse con una melodía, estar acompañado de un cierto ritmo y seccionarse con espacios libres, también al igual que la música”.La oralidad se caracteriza por:1. Su complejidad...
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