Traduccion Del Libro El Hombre Bicentenario
Las Tres Leyes de la Robótica:
Ningún robot causará daño a un ser humano o permitirá, con su inacción, que un ser humano sufra algún mal.
Todo robot obedecerá las órdenes recibidas de los seres humanos, excepto cuando esas órdenes puedan entrar en contradicción con la primera ley.
Todo robot debe proteger su propia existencia, siempre y cuando estaprotección no entre en contradicción con la primera o la segunda ley.
1
—Gracias —dijo Andrew Martin, y tomó el asiento que le ofrecían. No parecía acorralado, pero lo estaba.
En realidad, no parecía nada ya que había un suave vacío en su rostro y una la tristeza imaginaria en los ojos. Su cabello era lacio, castaño claro y fino, y no tenía vello facial. Se veía limpio y recién afeitado.Sus ropas eran notablemente anticuadas, pero pulcras, y de color predominante rojo aterciopelado.
Frente a él, al otro lado del escritorio, estaba el cirujano. La placa sobre el escritorio incluía una serie completa de letras y números de identidad que Andrew no se molestó en leer. Llamarle “Doctor” sería suficiente.
—¿Cuándo se puede realizar la operación, Doctor? —preguntó.
Suavemente,con esa inconfundible nota de respeto que un robot siempre utilizaba ante un ser humano, el cirujano dijo:
—No estoy seguro de entender cómo o en quién debe realizarse esa operación, señor.
El rostro del cirujano podría haber revelado una expresión de respetuosa intransigencia, si un robot de esta clase, de acero inoxidable ligeramente bronceado, pudiera tener tal expresión... o cualquierotra.
Andrew Martin estudió la mano derecha del robot, la mano quirúrgica, que descansaba quieta sobre el escritorio. Los dedos eran largos y estaban artísticamente modelados en curvas metálicas tan gráciles y apropiadas que uno podía imaginar un escalpelo convirtiéndose momentáneamente en parte de ellos. En su trabajo no habría vacilaciones, tropiezos, temblores ni errores. Esa confianza llegabacon la especialización, por supuesto, una especialización tan ardientemente deseada por la humanidad que pocos robots poseían ya un cerebro independiente. Por supuesto, un cirujano debería tenerlo. Pero éste estaba tan limitado en su capacidad que no reconoció a Andrew y tal vez nunca escuchó sobre él.
—¿Alguna vez pensó que le gustaría ser un hombre? —le preguntó Andrew.
El cirujano dudó unmomento, como si la pregunta no encajara en sus circuitos positrónicos.
—Pero yo soy un robot, señor.
—¿No sería mejor ser un hombre?
—Sería mejor ser mejor cirujano. No podría serlo si fuera un hombre, sino un robot más avanzado. Me complacería ser un robot más avanzado.
—¿No le ofende que yo pueda darle órdenes? ¿Que pueda hacer que se pare, que se siente, que se mueva a derecha oizquierda, con sólo decírselo?
—Es mi placer complacerle, señor. Si sus órdenes interfiriesen en mi funcionamiento respecto de usted o de cualquier otro ser humano, no le obedecería. La primera Ley, concerniente a mi deber para con la seguridad humana, tendría preferencia sobre la Segunda Ley relativa a la obediencia. De otro modo, la obediencia es un placer para mí... Pero ¿sobre quién deborealizar esta operación?
—Sobre mí.
—Pero eso es imposible. Es una operación evidentemente dañina.
—Eso no importa —dijo Andrew con calma.
—No debo infligir daño —objetó el cirujano.
—A un ser humano no —dijo Andrew—, pero yo también soy un robot.
2
Andrew parecía más un robot cuando acabó de ser... fabricado. Tenía tanta apariencia de robot como cualquier otro, eficiente yfuncionalmente diseñado.
Le fue bien en el hogar al que lo trajeron en aquellos días cuando los robots eran una rareza en casas de familia, y aun en el planeta completo. Había cuatro personas en la casa: Señor, Mamá, Señorita y Pequeña Señorita. Conocía sus nombres, por supuesto, pero nunca los usaba. El Señor era Gerald Martin.
Su propio número de serie era NDR... Eventualmente olvidó las...
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