tres emociones filosoficas
Es el filósofo, como Goethe, «del linaje de esos que de lo oscuro hacia lo claro aspiran» y su primera, su fundamental incumbencia es hacer esfuerzo por introducir claridad en el confuso tropel de imágenes, sentidos y explicaciones que en nuestra mente bullen. No otra significación tiene el hecho,frecuentísimo en la historia del pensamiento filosófico, de que muchos sistemas comiencen por una confesión de ignorancia, por una saludable renuncia a admitir, sin más, lo que no aparezca con distinción y claridad a la contemplativa mirada del ansioso saber. El temple filosófico del espíritu, poséelo quien en la vida intelectual tenga la humilde escrupulosidad de considerar que las cosas y las ideas no sonsimples, y que si las sometemos a detenido y minucioso análisis, les descubriremos pronto facetas nuevas con miles de insospechadas irisaciones, una riqueza inagotable de referencias y modos que nos centuplican el universo y por ende nos engrandecen a nosotros mismos, que hemos sido capaces de desentrañarlos.
Leamos a Platón. El intenso dramatismo que anima sus diálogos proviene en granparte de esa marcha lenta y solemne con que avanza la investigación, descorriendo en cada paso un nuevo velo que parece descubrir un nuevo mundo. Sócrates, «humilde y errante», no tiene más bagaje y pertrecho, al lanzarse a esos viajes exploratorios, que una exigencia formal de claridad; está decidido a no contentarse con aparentes definiciones, y va dispuesto a deshacer el concepto hecho, paraintentar su reconstrucción en un plano más profundo, esto es, más real. El interlocutor de Sócrates, en cambio, es un hombre sencillo, ingenuo y petulante —porque, en su sencillez e ingenuidad, cree que la realidad termina allí precisamente donde termina su corta mirada— para quien nada hay difícil, que sabe responder a todo y si de algo se admira es de que haya quien dude de la evidencia de lo que élafirma. El interlocutor de Sócrates suele además ser un profesional; militar, retor, sofista, sacerdote, es decir, un hombre que de las cosas de su oficio debe saber más que los otros hombres. Por eso Sócrates, ávido de saber, se dirige a él con preferencia, y le pregunta: ¿qué es la valentía?, ¿qué es la elocuencia?, ¿qué la verdad?, ¿qué la piedad?, ¿qué la justicia? El perito, empero, lecontesta rápido, con una fórmula breve, dogmática y, al parecer, evidente. ¿Qué va a pasar aquí?, se pregunta ansioso el lector. Sócrates gusta de detenerse un punto, antes de emprender la lucha; alaba la discreción, la alta sabiduría de su amigo el profesional; sonríe modesto y afirma que las dudas y dificultades que le acosan son hijas de su profundo deseo de saber, no de un prurito vano dediscutir. El lector presencia, con honda emoción, este jugueteo previo. Anunciase el drama. Empieza la lucha.
El interlocutor, naturalmente, condesciende en dar a Sócrates las explicaciones que éste pide; oye, caritativo y benévolo, las primeras dudas que el filósofo le presenta. Dispónese a contestarlas con afectada superioridad y lo hace como un maestro paciente que enseña una verdad fácil a unchicuelo poco despierto. Pero Sócrates, ahondando más en las regiones obscuras del concepto, va sacando a luz nuevas relaciones que el profesional, su interlocutor, no había ni siquiera sospechado. La petulante suficiencia del principio comienza ya a tornarse en inquieta desazón. Pronto llega a ser franca derrota y entonces surge aquí, en este momento, una emoción intelectual nueva: la admiración.La admiración es esencialmente una emoción intelectual. Admirar es primero mirar y además mirar hacia fuera, mirar hacia un objeto que no es la propia persona del que mira. En la admiración, el que admira se desprende, por decirlo así, de sí mismo, para entregarse íntegro a la contemplación de lo admirado. Es la admiración un recorrer incesante del objeto, en cuya visión aparecen a cada...
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