Un veterinario en apuros
UN VETERINARIO EN APUROS
James Herriot
Traducción de Amparo García Burgos
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grijalbo mondadori
Título original:
VET IN A SPIN
Traducido de la edición de Michael Josep Ltd., Londres, 1977
Cubierta: SDD, Serveis de Disseny, S. A.
© 1977, JAMES HERRIOT
© 1984 de la traducción castellana para España y América:
GRIJALBO MONDADORI, S. A.
Aragó, 385,Barcelona
Primera edición en esta colección
ISBN: 84-253-3008-4
Depósito legal: B.22.669-1996
Impreso en Hurope, S. L., Recared, 2, Barcelona
Con cariño a
Rosie, Jim y Gill
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1
Aquel era un uniforme muy distinto. Las botas de goma y los pantalones de montar de mis días de veterinario rural parecían muy lejanos cuando me puse el traje de vuelo, muy amplio, lleno debolsillos, y me calcé las botas forradas de piel y los guantes: primero los de seda, y encima otro par grueso que entorpecía mis manos. Todo era nuevo, pero a mí me dominaba una sensación de orgullo.
Después me ajusté el casco de piel y las gafas de vuelo, y a continuación me coloqué el paracaídas, pasándome las correas sobre los hombros y entre las piernas, y cerrando las hebillas sobre el pechoantes de salir pesadamente del barracón de mi escuadrilla a la amplia extensión de hierba iluminada por el sol.
Allí me esperaba el oficial de vuelo Woodham. Iba a ser mi instructor, y me miró con cierta aprensión, como si no le apeteciera gran cosa la perspectiva. Con su rostro juvenil y moreno de hermosos rasgos, se parecía a las fotografías que yo recordaba de los pilotos de la Batalla deInglaterra, y en realidad, como todos nuestros instructores, había vivido aquel episodio de nuestra historia. Nos habían enviado aquellos hombres para darles una especie de vacaciones tras su dura experiencia, pero se decía que, comparadas con nuestra instrucción, sus operaciones contra el enemigo eran una merienda en el campo. Se habían enfrentado al poderío de la Luftwaffe sin parpadear, peronosotros les inspirábamos terror.
Mientras avanzábamos por la hierba, vi que uno de mis amigos se disponía a aterrizar. El pequeño biplano se alzaba y caía locamente en el cielo. Se libró por muy poco de chocar con un grupo de árboles; luego, a unos quince metros del suelo, se dejó caer como una piedra, rebotó bruscamente sobre las ruedas, volvió a dar un par de saltos y se detuvo al fin tras unzigzag impresionante. La cabeza cubierta con casco que sobresalía del asiento posterior de la cabina dio una sacudida y luego asintió, como si estuviera haciendo ciertas observaciones bastante punzantes a la otra cabeza situada ante él. El rostro del oficial de vuelo Woodham era inexpresivo, pero yo sabía muy bien lo que estaba pensando: que ahora le tocaba a él.
El Tigre Polilla parecía muypequeño y solitario en aquella extensión de verdor. Subí a él y me até bien a la cabina mientras el instructor subía tras de mí. Primero repasó de nuevo todo el ejercicio que muy pronto me sabría yo de memoria como si se tratara de un poema. Un mecánico dio unas cuantas vueltas a la hélice como preparación. Luego se oyó: «¡Contacto!», el mecánico la hizo girar vivamente, rugió el motor, se quitaronlas cuñas de delante de las ruedas y salimos rebotando sobre la hierba; después, repentina y milagrosamente, nos alzamos con estruendo muy arriba sobre el conjunto de barracones, hacia el cielo de verano, desenrollándose a nuestros pies aquel hermoso tapiz de diversos tonos que era la campiña del sur de Inglaterra.
Experimenté un alivio repentino, y no porque me gustara la sensación, sinoporque llevaba mucho tiempo esperando aquel momento. Los meses de ejercicios, marchas y estudio de navegación, habían supuesto la preparación del momento en que me lanzaría al aire. Y ahora ya había llegado.
La voz del oficial de vuelo Woodham me llegó por el sistema de intercomunicación.
—Ahora ya tiene el aparato. Tome la palanca de mando y mantenga firme el avión. ¿Ve esa nube, ahí...
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