yo robot
le temblaban ligeramente.
Sus cejas grises se juntaban mientras iba hablando entre bocanadasde humo.
--Que lee el pensamiento..., no cabe la menor duda de eso. Pero ¿por qué? -dijo,
mirando al matemático Peter Bogert.
Bogert echó atr s su negro cabello con lasdos manos.
--Este fue el trigésimo cuarto modelo Rb que sacamos, Lanning. Todos los demás
eran estrictamente ortodoxos.
El tercer hombre que había con ellos en la mesafrunció el ceño.
Milton Ashe era el empleado más joven de la U.S. Robots / Mechanical Men Inc., y
estaba orgulloso de su puesto.
--Escuche, Bogert, no hubo el menor error enel montaje, desde el principio hasta
el fin. Esto puedo garantizarlo.
Los labios gruesos de Bogert esbozaron una sonrisa protectora.
--¿De veras? Si puede ustedresponder de la operación entera de montaje,
recomendaré su ascenso. Contando exactamente, la manufactura de un solo
ejemplar de cerebro positónico, requiere setenta y cinco mildoscientas treinta y
cuatro operaciones, y cada una de ellas depende separadamente de un cierto
número de factores, de cinco a ciento cinco. Si uno de ellos sale positivamente"mal", el cerebro está inutilizado. No hago más que citar nuestro folleto informativo,
Ashe.
Milton Ashe se sonrojó, pero una voz seca cortó su respuesta.
--Si vamos aempezar ech ndonos la culpa mutuamente, me voy -dijo Susan Calvin
con las manos sobre el regazo, palideciendo ligeramente sus delgados labios-.
Tenemos en nuestras manos unrobot capaz de leer el pensamiento y me parece
que lo más importante es descubrir por qué lo lee. No será diciendo: "¡Es culpa tuya!
¡Es culpa mía!", como lo averiguaremos.
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