Árbol De Montalvo

ÁRBOL DE MONTALVO
Por: Edwin Vieira Herrera

Sombra de castañuelos chasquidos
de aguacate en campaneo,
que guisabas el almuerzo
y el café del celaje ladrillo,
para las catilinarias flechas,de sangre y pluma,
de Don Juan El Justo.

Tus brazos trenzados
y en curva tensos,
tambos eran del mensajero ventarrón
que las vueltas se daba,
desde el Puntzán hasta el Calvario,
y viceversa,solo para amunachir la fama
de haber lamido,
más de dos veces dos,
los verdes carnosos labios silbadores
de tus hojas al vértigo,
quienes fantaseaban con las vecinas totoras
del piso bajo,imposibles amores de manos aquietadas,
exhibicionistas idilios de balcón sin gol,
pendejos amores de guiños y olores,
pero en fin,
amores sin resquemores.

Una desaliñada tarde de sol de aguas,con tu dominguero traje de visita,
veterana se quebró tu elogiada cintura
que los forasteros solían apretar
en las fotos marrón amarillo,
rumbo al agua de la vida,
a las piraguas y al Cangrejo.Eran las tres de un cinco de agosto
cuando tu columna de abolengo,
que arpas cargaba para avivar
el rojo abrazo de los amantes
escapados del mandado,
y las salivas de caldo de gallina añejo
quecharlaban delirios y desembocaban
en el dulzón lecho de cañas cubanas,
al final de la misa,
se partió en tres, en seis
y en diez tomos de poblana y polvorienta historia.

Tu arrullo entró encoma,
se golpeó, seco, contra el lomo concreto
de tu pequeña cuesta que,
con viento a favor, con burlas, a veces,
jalaba las Chopper, las Caloi
y las panaderas bicis de mi gente.
Tu épico cantodesafinó,
hasta el principio del todo,
y jamás nunca fue ya compañero de salidas de escuela,
en las bombas de guambras y de chivas
que jugaban en tus plantas
y en tus pies de nubes y de legos depanela
e higuerillas rosadas;
y ya no más se escucharon
tus primas y tus octavas
caminantes de mano y gancho,
en noches de vacía luna,
con los ecos de sueños
de pompas de jabón Ales
que...