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Páginas: 486 (121341 palabras) Publicado: 22 de marzo de 2015
A los 23 años de matrimonio, Ana
de Austria no había dado un
heredero a la corona francesa. Luis
XIII cada día mas distante de ella,
hacía la posibilidad cada vez más
remota. El cardenal Richelieu
prepara las condiciones para que la
reina salga embarazada y según los
rumores, nacieron dos gemelos
bastardos; uno que heredó el trono
con el nombre de Luis XIV, y otro,
menos afortunado, que fueinternado
y luego obligado a vivir toda su vida
con una máscara de hierro que le
cubría el rostro.

Alejandro Dumas

El hombre de la
máscara de
hierro
eBOOK v1.1
xibalba 13.06.13

Tres comensales
admirados de comer
juntos
Al llegar la carroza ante la puerta
primera de la Bastilla, se paró a
intimación de un centinela, pero en
cuanto D'Artagnan hubo dicho dos
palabras, levantóse la consigna y lacarroza entró y tomó hacia el patio del
gobierno.
D'Artagnan, cuya mirada de lince lo
veía todo, aun al través de los muros,
exclamó de repente:

—¿Qué veo?
—¿Qué veis, amigo mío? —preguntó
Athos con tranquilidad.
—Mirad allá abajo.
—¿En el patio?
—Sí, pronto.
—Veo una carroza; habrán traído
algún desventurado preso como yo.
—Apostaría que es él, Athos.
—¿Quién?
—Aramis.
—¡Qué! ¿Aramis preso? Nopuede
ser.
—Yo no os digo que esté preso, pues
en la carroza no va nadie más.
—¿Qué hace aquí, pues?

—Conoce
al
gobernador
Baisemeaux —respondió D'Artagnan
con socarronería—. Llegamos a tiempo.
—¿Para qué?
—Para ver.
—Siento de veras este encuentro —
repuso Athos—. Al verme, Aramis se
sentirá contrariado, primeramente de
verme, y luego de ser visto.
—Muy bien hablado.
—Por desgracia, cuando unoencuentra a alguien en la Bastilla, no hay
modo de retroceder.
—Se me ocurre una idea, Athos —
repuso el mosquetero—, hagamos por
evitar la contrariedad de Aramis.

—¿De qué manera?
—Haciendo lo que yo os diga, o más
bien dejando que yo me explique a mi
modo. No quiero recomendaros que
mintáis, pues os sería imposible.
—¿Entonces?…
—Yo mentiré por dos, como gascón
que soy.
Athos se sonrió.
Entretantola carroza se detuvo al
pie de la puerta del gobierno.
—¿De
acuerdo?
—preguntó
D'Artagnan en voz queda.
Athos hizo una señal afirmativa con
la cabeza, y, junto con D'Artagnan, echó
escalera arriba.

—¿Por qué casualidad?… —dijo
Aramis—. Eso iba yo a preguntaros —
interrumpió D'Artagnan.
—¿Acaso nos constituimos presos
todos? —exclamó Aramis esforzándose
en reírse.
—¡Je, je! —exclamó elmosquetero
—. La verdad es que las paredes huelen
a prisión, que apesta. Señor de
Baisemeaux, supongo que no habéis
olvidado que el otro día me convidasteis
a comer.
—¡Yo! —exclamó el gobernador.
—¡Hombre! no parece sino que os
toma de sorpresa. ¿Vos no lo recordáis?
Baisemeaux, miró a Aramis, que a su

vez le miró también a él, y acabó por
decir con tartamuda lengua:
—Es verdad… me alegro… pero…
palabra…que no… ¡Maldita sea mi
memoria!
—De eso tengo yo la culpa —
exclamó D'Artagnan haciendo que se
enfadaba.
—¿De qué?
—De acordarme por lo que se ve.
—No os formalicéis, capitán —dijo
Baisemeaux abalanzándose al gascón—.
Soy el hombre más desmemoriado del
reino. Sacadme de mi palomar, y no soy
bueno para nada.
—Bueno, el caso es que ahora lo

recordáis, ¿no es eso? —repuso
D'Artagnan con la mayorimpasibilidad.
—Sí, lo recuerdo —respondió
Baisemeaux titubeando.
—Fue en palacio donde me
contasteis qué sé yo que cuentos de
cuentas con los señores Louvieres y
Tremblay.
—Ya, ya. Y respecto a las
atenciones del señor de Herblay para
con vos.
—¡Ah! —exclamó Aramis mirando
de hito en hito al gobernador—. ¿Y vos
decís que no tenéis memoria, señor
Baisemeaux?
—Sí, esto es, tenéis razón —dijo el gobernador interrumpiendo a D'Artagnan
—. Os pido mil perdones. Pero tened
por entendido señor de D'Artagnan que,
convidado o no, ahora y mañana, y
siempre, sois el amo de mi casa, como
también lo son el señor de Herblay y el
caballero que os acompaña.
—Esto ya lo daba yo por
sobreentendido —repuso D'Artagnan—.
Y como esta tarde nada tengo que hacer
en palacio, venía para catar vuestra
comida,...
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