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Páginas: 537 (134054 palabras) Publicado: 10 de noviembre de 2015
Se puede jugar con el corazón de
una pobre niña rica pidiéndole
dinero para comprar libros y
utilizándolo para pagarse a un par
de profesionales del sexo…
Se puede jugar con el miedo de una
famosa modelo y actriz de cine, y
asediarla con llamadas telefónicas y
amenazadoras
hasta
hacerla
enloquecer…
Se puede jugar al escondite con un
traficante de drogas, metiéndose en
su discoteca ydestrozándolo todo
sólo para llamar la atención…

Se puede jugar con las palabras y
elaborar
teorías
literarias,
revolucionarias e inconoclastas
sobre autores clásicos de toda la
vida y sus detectives de ficción, con
la única intención de ligar…
Se puede jugar con cueros
cadenas y mordazas y látigos…

y

Se puede jugar en casa y en la
calle, en el hospital, en el
aparcamiento, en el asilo de
ancianos, en elrestaurante y hasta
en casa de tu hijo, en compañía de
nuera y nietos…
Se puede jugar
ladrones,
y
a

a policías y
investigadores

privados, como los de las películas,
y al ajedrez, y al parchís, y al
póquer, y al mus, y hasta a la ruleta
rusa…
Pero con los muertos, no, eso sí que
no: Con los muertos no se juega.

Andreu Martín & Jaume
Ribera

Con los muertos
no se juega
Esquius 1

ePub r1.5Titivillus 30.06.15

Título original: Amb els morts no s’hi
juga
Andreu Martín & Jaume Ribera, 2003
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2

ACTO PRIMERO

Escena 1
Aquel día a quien realmente estábamos
esperando en la agencia era a la famosa
Felicia Fochs, la espectacular criatura
Miss No sé Qué de no sé qué año más o
menos reciente, convertida ahora en
actriz y cantante de moda, carne derevistas del corazón, célebre desnudo de
Interviú y rostro felino que en la tele
nos recomendaba que comiéramos una
determinada marca de espagueti
congelados. Tenía hora para hablar con
Biosca a las cinco de la tarde y la
excitación llenaba las dependencias de
la Agencia Biosca y Asociados. Amelia,

la recepcionista, y Beth, la jovencísima
última adquisición de la empresa, no
paraban de cuchichearregocijadas por
los rincones y de emitir risitas tontas.
Miraban de reojo a Octavio, que se
había presentado con un traje beige,
camisa negra y corbata amarilla y se
había sumergido en una bañera de
perfume.
—Seguro que necesita protección —
decía Octavio, caminando entre las
mesas como una fiera enjaulada—.
Protección de los hijoputas de los
paparazzi, seguramente, o de esos
admiradores que sevuelven locos y no
les dejan en paz. ¿No te parece,
Esquius? Porque, estando soltera, no

creo que se trate de un caso de
cuernos…
—Un momento, Octavio, que tengo
trabajo.
Precisamente estaba pasando al
ordenador un informe sobre un caso de
cuernos. Cuernos. Tendríamos que
clavar un par de ellos en la puerta de la
agencia para que la gente supiera a qué
nos dedicábamos. O ponerlos en el
logotipo:dos cuernos enmarcando un
talón de diez mil euros, en
agradecimiento a los ingresos que nos
suponían.
A las cinco en punto, incapaz de
reprimirse ni un segundo más, Octavio,
plantado en medio de las cinco mesas

del gran despacho, expelió sonoramente
el aire de los pulmones para llamar
nuestra atención y, de pronto, sacó del
interior de la chaqueta una pistola
brillante, pesada y negra y apuntóa
Amelia.
Amelia pegó un salto y un alarido y
se atrincheró tras el archivador. Octavio
celebró el susto con una carcajada de
las suyas.
—¡Octavio, hombre, no hagas el
burro!
—¡Pero si no está cargada!
Cuando pasaban diez minutos de la
hora convenida, Octavio estaba
haciendo que la joven Beth le acariciara
el arma.

—Toca, toca, sin miedo. Es una Colt
Officer del 45 ACP. ¿Qué te parece? Esgrande, ¿eh? Y está fría… pero cuando
dispara, se calienta…
—Y es dura, ¿verdad? —preguntó
Beth.
—¡Muy dura! ¡Cómo el acero!
—O sea que, si te doy con ella en la
cabeza, lo vas a notar, ¿verdad?
Por culpa de una pistola, Octavio no
había entrado en la Policía Autonómica.
Diez años atrás, aprobó el curso, pero
después, durante el período de
prácticas, se dedicó a ir por las discos
con la pistola...
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