actividad fisica en los menores

trece


Entonces contener la risa porque es domingo a la mañana y resulta que Mario acaba de entrar a la casa vestido con ese pantalón de jogging color aguamarina combinado con un buzo amarillo. Jito no puede creer que alguien pueda calzar con tanta impunidad zapatos náuticos blancos y se pregunta que qué cuernos puede verle su papá a una persona que se viste así, piensa. Claro que ya sabecuál es el programa para hoy, porque el viernes a la noche lo habían arreglado, cuando se quedaron jugando a las cartas, los tres cuando él, Jito, también había aceptado participar de la partida de chin chon y Mario había dicho que le parecía que estando Jorge bien, tendrían que ir a la isla a poner las barbas en remojo y arreglar lo que estuviera roto y limpiar lo que estuviera sucio. Jito sesorprendió de darse cuenta de que estaba de acuerdo –aunque le pareció raro, en aquel momento, concordar, tanto como el hecho de haber aceptado esa partida de chin chon–, pero era cierto, había que ir a la isla. De algún modo estaba bien que alguien viniera a poner un orden, a fijar la directriz porque él y más el padre todavía, eran un poco de dar vueltas y quedarse enredados en prolegómenos. Yentonces, en definitiva, hoy, domingo, es el día de volver a la isla porque Mario había dicho que Jorge ya estaba mejor y que era hora de encarar y reparar lo que se hubiera roto… porque esas cosas mejor acometerlas de un golpe y sacárselas de encima que si no se hacen algo cada vez más pesado. Y, entonces, Mario, que entra a la casa de San Fernando no más, con su propio juego de llaves, aplaudiendo,vamos arriba, arriba la muchachada, que traje facturas, y cuando Jito, restregándose los ojos, se acerca a la mesa ya está el mate y el churro crujiente y el día clarea afuera; un día de julio que el pronóstico afirma, ha de estar soleado como ayer, sábado, cuando Jito fue a la farmacia y Camila, tan linda, esos labios, los dientes blancos, ganas de decirle, no querés venir al río conmigo, no querésvenir a la isla mañana, domingo, con mi papá y su novio, carajo cómo nombrarlo, sería imposible, por dónde se mirara resultaría imposible, un mudo con un padre raro y un novio más raro todavía y la chica de la nariz ganchuda y los ojitos que se ponen bizcos, más sexys de todo el mundo, que a Jito lo dejan enamorado, hecho pelota, sin poder pensar en otra cosa que cómo hacer para invitarla, claroque a la isla no, tal vez mejor animarse y decirle por facebook de ir al cine, entonces escudarse en el balde grande de los pochoclos, mirarle el pelo negro, las manos suaves, el brillo en la mirada y entrarle por ahí, por los ojos. Tal vez, algún día.
Traje la caja de herramientas, dice Mario y Jorge que ceba para todos; dos, tres mates a cada uno, hablando del tiempo hasta que dice, vamos, queen Julio los días son cortos, agarren abrigo, Jito. En un bolso habían puesto la frazada amarilla que olía a naftalina y ahora huele, como todo en San Fernando, a humedad, a hombres que viven solos, a ropero cerrado.
Suben a la rural falcon y, efectivamente, en la parte de atrás está la caja de herramientas y una conservadora con algunas vituallas, dice Mario, haciéndose el antiguo. Jito recuerdaentonces, además, que la última vez que subió a esa rural falcon –blanca con los laterales manchados del barro y la arenilla de las calles–, además de percibir su propio aroma, como la sustancia de una memoria propia de cada auto, había pensado o, mejor dicho, había tenido una de sus tantas imágenes premonitorias: la casa de la isla había perdido un puntal de sostén y la encontraban ladeada,crujiente, el vértice de la galería en donde estaban las reposeras de mimbre pintado de blanco y la mesita con mayólicas que alguna vez Lidia había comprado a un lanchón que pasaba rumbo al Puerto de Frutos, apuntando al piso, los sillones apilados contra la baranda, en raro equilibrio y la puerta abierta, y el perro overo, también había visto al perro overo, salir de adentro de la casa, gruñendo....