Adaptación De Oscar Wilde

Había en un pequeño ducado de Escocia en Las Altas Tierras, un duque, una duquesa y su única hija. Las arcas estaban exhaustas cuando llegó el momento de desposar a la joven. La madre pretendía un casamiento conveniente con alguien rico (ella misma lo había logrado años atrás mediante las sabias artes de la seducción y la coquetería). El Duque en cambio pretendía que su hija fuera simplementefeliz.
Pero he aquí que la hermosa joven había sido educada bajo las normas y pautas de su madre, y era tan hermosa como coqueta e inaccesible.
Uno a uno iba rechazando los posibles pretendientes aún a despecho de su madre cuando se trataba de algún caballero rico pero viejo o feo. La chica elevaba su fina nariz con altivez y sacudiendo sus largos y sedosos cabellos le daba la espalda a todoel que no fuera de su agrado, desesperando a sus padres.
Al fin quedaron solo dos personas: un caballero galés apuesto y notoriamente rico y un joven artista de pocos recursos cuyas pinturas tenían desde hacía años el mismo tema: la joven amada. Era bueno en su arte, pero dada su única temática el único cuadro que había vendido estaba en el cuarto de la joven habiendo sido uno de sus caprichosvanidosos el poder verse estilizada en esas pinceladas claras y transparentes sosteniendo un ramo de enormes rosas rojas.
Solo por ese cuadro el artista fue admitido entre los candidatos.
A la chica le gustó ese joven de melena rubia que siempre se vestía igual y la miraba con ojos enamorados, los mismos desde que ella había posado por primera vez para sus telas.
Pero he aquí que elotro rico caballero era imponente con sus regalos y sus múltiples asistentes y carruajes.
La chica, acostumbrada por su madre a exigir magnificencias por más extravagantes que fueran, pensó un poco antes de someter a los pretendientes a la puja final por su mano.
Era una época invernal y fría, en que toda vegetación estaba mustia y la comida escaseaba, pero la chica, embelesada con supropia imagen en el cuadro, tuvo la idea de solicitar su deseos.
Se casaría con aquél que en menos de treinta días le trajera una rosa roja, o bien con el que en idéntico plazo la viniera a buscar en un carruaje de oro sólido con caballos dorados.
El artista pobre miró a su alrededor con tristeza, ya que no había en la comarca flor alguna, ni rosa ni de otra especie, y jamás podría soñar con elcarruaje: de modo que, lleno de amor partió hacia otros lares donde pudiera hallar una rosa roja en el tiempo previsto, siendo que ni siquiera era época de rosas.
Recorrió casi todos los caminos de la isla rumbo al sur, preguntando en cada sitio donde viera que el pasto era un poco más verde que el agrisado color de las tierras áridas. Sus zapatos pronto se rompieron, pero siguió descalzohasta que vestido andrajosamente casi todos lo reconocían como “el loco enamorado”. Al fin, ya llegando a los confines de la isla se halló ante una pequeña casa cercana al Canal de la Mancha donde por primera vez vio un pequeño jardín.
Corrió hacia el lugar y se halló ante una mujer vieja que escuchó atentamente su historia y a la fina meneó la cabeza con cierta pena.
-¡Pobre muchacho!- ledijo- Estás ante una empresa imposible. Hay flores en mi jardín, sí, e incluso tengo un rosal con un pimpollo, pero es blanco. Debe ser la única rosa de toda la isla y más allá, pero aunque fuera roja igual tu misión es imposible, por más que te esfuerces.
El joven no la entendió, no quería entender nada que no fuera el tiempo que pasaba y el hecho de que la única rosa posible fuera blanca.Pensó que el otro contendiente estaría forjando las piezas de oro del carruaje y le pidió a la mujer el pimpollo.
La mujer lo miró con mucha lástima.
-No tengo nada para darle a cambio- dijo él,- pero trabajaré en su jardín toda la semana a cambio de la flor, y apurándome, llegaré a tiempo.
La mujer aceptó y así fue.
Cuando el joven volvía con la mayor rapidez posible cuidando el...