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Elorigen de amañada y dañina versión, según lo explica eruditamente Bryan J.Whittield en The Beauty of Reasoning: A Reexamination of Hypatia of Alexandra, hay que buscarlo en el desencajado Damascio,último escolarca de la Academia de Atenas, quien exiliado en Persia, y dispuesto a azuzar las maledicencias contra Cirilo, a quien tuvo por rival –en un tiempo de rivalidades religiosas fortísimas yextremas- le atribuyó el homicidio sin más fundamento que sus propias conjeturas. Porque esto y no otra cosa es lo que, desde entonces y hasta hoy, siguen haciendo cuantos rivalizan endemoniadamente contrala Fe Verdadera. Han pasado siglos desde el lamentable episodio y nadie ha podido aportar otro cargo contra el gran santo de Alejandría que no fuera la sospecha, el rumor, la hipótesis trasnochada o lapresunción prejuiciosa.
Coinciden los enemigos frenéticos de la Iglesia Católica, no los historiadores o los genuinos estudiosos del caso. No coinciden -y discrepan con la leyenda negra...
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