amarilla
Hace poco tiempo una querida amiga norteamericana me confes´o su asombro por la situaci´on deColombia. “No entiendo-me dec´ıa-, con el pa´ıs que ustedes tienen, con el talento de sus gentes,por qu´e se ve Colombia tan acorralada por la crisis social; por qu´e vive una situaci´on de violenciacrecientetan dram´atica, por qu´e hay all´ı tanta injusticia, tanta inequidad, tanta impunidad. ¿Cu´ales la causa de todo eso?”. Por un momento me dispuse a intentar una respuesta, pero fuerontantaslas cosas que se agolparon en m´ı que ni siquiera supe c´omo empezar. Sent´ı que aunque hablara sininterrupci´on la noche entera, no lograr´ıa transmitirle del todo las explicaciones quecontinuamenteme doy a m´ı mismo, tratando de entender el complejo pa´ıs al que pertenezco. Por otra parte,entend´ı que muchas de mis explicaciones no le habr´ıan gustado a mi amiga, o la habr´ıanpuesto enconflicto con su propia versi´on de la realidad.Es frecuente para nosotros o´ır de labios generosos la deploraci´on de esas desdichas y el asombroante nuestra incapacidad pararesolverlas. El primer asunto es, pues, preguntarse si de verdad lasociedad colombiana vive una situaci´on excepcionalmente tr´agica, si es tan distinta esta realidadde la del resto de lospa´ıses, o al menos de los pa´ıses del llamado tercer mundo. Mi respuesta esque s´ı. Colombia es hoy el pa´ıs con mayor ´ındice de criminalidad en el planeta, y la inseguridadva convirtiendo suscalles en tierra de nadie. Tiene a la mitad de su poblaci´on en condiciones deextrema pobreza, y presenta al mismo tiempo en su clase dirigente unos niveles de opulencia dif´ıcilesde exagerar.Muestra uno de los cuadros de ineficiencia estatal m´as inquietantes del continente, allado de buenos ´ındices de crecimiento econ´omico. Muestra fuertes niveles impositivos y alt´ısimos
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