Anais Nin

Páginas: 19 (4534 palabras) Publicado: 18 de octubre de 2012
Matilde
ANAIS NIN

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Mathilde era sombrerera en París, y contaba apenas veinte años cuando la
sedujo el Barón. Aunque la aventura no había durado más que dos semanas, en
ese breve espacio de tiempo quedó imbuida, por contagio, de la filosofía de la
vida y de la manera expeditiva de resolver los problemas propios del Barón. Algo
que éste le dijo casualmente unanoche la intrigaba: que las mujeres parisienses
gozaban de la más elevada cotización en Sudamérica debido a su pericia en
materia amorosa, a su vivacidad y a su talento, que las hacían contrastar
acusadamente con muchas esposas de aquellos países. Estas aún cultivaban la
tradición de mantenerse en un plano borroso y de obediencia, que diluía sus
personalidades y que, posiblemente, se debía a laresistencia de los hombres a
hacer de ellas unas amantes.
Al igual que el Barón, Mathilde desarrolló una fórmula para actuar en la vida
como en una serie de papeles; o sea, diciéndose todas las mañanas, mientras se
cepillaba su rubio pelo: "Hoy quiero ser tal o cual persona", y procediendo en
consecuencia.
Un día decidió que deseaba ser una distinguida representante de un
conocido modistaparisiense e irse al Perú. Todo cuanto tenía que hacer era interpretar el papel. Así pues, se vistió con cuidado y se presentó con extraordinaria
seguridad en casa del modista. El puesto de representante le fue concedido y se
le entregó un pasaje de barco para Lima.
A bordo, se comportó como una embajadora francesa de la elegancia. Su
innato talento para apreciar los buenos vinos, los buenosperfumes y ios buenos
vestidos la señalaron como una dama refinada. Su paladar era el de un gourmet.
Mathilde poseía sobrados encantos para realzar ese papel. Reía de continuo,
le sucediera lo que le sucediera. Cuando se extraviaba una maleta, reía. Cuando
la pisaban, reía.
Fue su risa lo que atrajo al representante de la naviera española, Dalvedo,
quien la invitó a sentarse a la mesa delcapitán. Dalvedo iba elegantemente
vestido de esmoquin, se comportaba como si él mismo fuera el capitán y contaba
anécdotas. La noche siguiente la sacó a bailar. Se daba perfecta cuenta de que el
viaje no era lo bastante largo como para cortejar a la joven de forma usual, de
modo que inmediatamente empezó a alabar el pequeño lunar de la mejilla de
Mathilde. A medianoche le preguntó si le gustabanlos higos chumbos. Ella nunca
los había probado. Dalvedo le dijo que tenía algunos en su camarote.
Pero Mathilde quería realzar su valor mediante la resistencia, y se mantuvo
en guardia cuando penetraron en él. Había rechazado con facilidad las manos
audaces de los hombres con las que se rozaba mientras vendía las insidiosas
caricias de los maridos de sus clientes, y los pellizcos en lospezones a cargo de
los amigos que la invitaban al cine. Nada de eso le había causado ninguna
sensación. Tenía una vaga pero tenaz idea de lo que la podía agitar. Deseaba ser
cortejada con un lenguaje misterioso. Era su condición desde su primera aventura, ocurrida cuando sólo tenía dieciséis años.
Un escritor célebre había entrado un día en su tienda. No buscaba un
sombrero, sino que preguntó sivendía unas flores luminosas de las que había
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oído hablar; unas flores que brillaban en la obscuridad. Las deseaba, explicó,
para una mujer que brillaba en la obscuridad. Podía jurar que cuando la llevó al
teatro y se sentó en la parte trasera del palco, sin luz, con su traje de noche, su
piel era tan luminosa como la más fina de las conchas marinas, de unfulgor rosa
pálido. Y él quería esas flores para que las llevara en el pelo.
Mathilde no las tenía. Pero en cuanto el hombre se hubo marchado, fue a
mirarse al espejo. Esa era la clase de sentimiento que deseaba inspirar. ¿Podría?
La tonalidad de su cutis no era de aquella clase; tenía más fuego que luz. Sus ojos
eran ardientes, de color violeta. Llevaba el cabello teñido de rubio, pero...
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