ayuda egoista en tiempos actuales
para la ropa que ya no cabe. Hemos pensado desde hace tiempo que debemosdonar la ropa
que ya no nos sirve,que hay gente que la necesita. Pero lo hemos dejado pasar hasta que de
plano el clóset está a reventar y recordamos que quienesnecesitaban esa ropa aún la sigue
necesitando. Entonces tomamos unpantalón o, en su caso, un vestido. Lo miramos
atentamente, le damos la vuelta, recordamos dónde locompramos y probablemente hasta
cuánto nos costó (¡no fue barato!). Lo seguimos mirando, tratamos derecordar cuándo fue la
última vez que lo usamos, luego le damos unavuelta más y nos damos cuenta de que aún
está bien, que no se encuentra roto ni percudido; es cierto, le falta un botón, pero nada más.Lo
guardamos; prensamos más laropa y ... la gente que lo necesita lo va a seguir necesitando.
Eso con un vestido o un pantalón, o con los juguetes viejos de nuestros hijos, que todavía noestántan viejos como para que los regalemos cuando otros niños pobres
no puedan jugar con ellos. ¿Sirven? ¿Funcionan? ¡Se quedan! Recuerdo que en la televisión,
cuandoesporádicamente se piden donativospara una buena causa -porque pedir y pedir
acaba por aburrir-, no faltaba la señora que llama para donar un sofá que estaba "enperfectas
condiciones". Obviamente, el camión de la basura se lo habíarechazado, por eso se le
ablandaba el corazón y quería enviarles un sofá a los tarahumaras quenecesitaban cobijas y
comida. Seguramente esta señora mal interpretó la filosofía de San Agustín: " Da lo quetienes
para que merezcas recibir lo que te falta."
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