bajo la lluvia Dios no existe

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Bajo la lluvia
Dios no existe


Warren Ulloa Argüello

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Ella llegó con los abejones de mayo. A todos los compas nos dejó como locos cuando la vimos
entrar esa mañana oscura de lunes. Se llamaba María Belén, tenía diecisiete años y según las
malas lenguas la habían pasado de cole por problemas disciplinarios. El pelo era una catarata
castaña. Sin embargo su caritade niña contrastaba con el expediente que tenía entre las piernas.
Por ahí de uno setenta de estatura; flaca y bronceada. Usaba un montón de pulseras y grandes
aretes. Caminaba con plasticidad.
Al tiempo y gracias a la popularidad de su belleza, el resto de las güilas del colegio le
declararon la guerra, pero a ella parecía no importarle. ¿Por qué iba a importarle si tenía a la

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mayoría de maes en el bolsillo? María Belén… María Belén…María Belén… la invocaba debajo de
las cobijas por las noches o entre la espuma del jabón por las mañanas. Era en esas ocasiones
cuando ella empezaba a dibujarse en mi memoria: primero la cara, luego la chema del cole que
le quedaba provocativamente pequeña y que permitía que se le asomara el tatuaje que teníaen la
cintura; después, en mi imaginación, bajaba hasta el pantalón tan ajustado que le partía en dos el
culito tan rico que tenía y en donde me hubiera gustado hundir la nariz… y así iba recordándola
hasta que empezaba a bizquear, luego el éxtasis y ella desaparecía.
Un día que iba para clases, me la encontré acomodando sus tiliches en el interior del

casillero y fue cuando noté queadornaba sus cuadernos con postales y recortes de Radiohead,
Bob Dylan, Jim Morrison y una calca que decía “Mabe ♥ el yoga”. Ella se dio cuenta de que le
estaba viendo sus varas. Mabe es el diminutivo de María Belén, mi nombre, me aclaró sonriendo.
Estaba en quinto y los uniformes, a diferencia del resto de grados, tenían como particularidad
el color papaya de la camisa con el apodo o nombre y elaño de la generación bordados al lado
izquierdo del pecho. Fue un bañazo que me haya agarrado viéndole sus cosas. ¿Le gusta el yoga?,
balbuceé. Bastante, pero tengo tiempo de no practicarlo. Siguió guardando sus útiles en el bolso
sin prestarme mayor atención. Cerró su casillero. Nos vemos, se despidió. Me sentí como un

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«Bajo la lluvia Dios no existe», capítulos de la novela deWarren Ulloa Argüello (Costa Rica, 1981)
© Carátula, Revista Cultural Centroamericana #51 | DIC.2012 - ENE.2013

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imbécil por el corto diálogo que tuvimos. Sin embargo, decidí practicar yoga; supuse que así
podría tener un tema de conversación con Mabe la próxima vez que decidiera hablarle.
Quiero practicar yoga, le dije a mi mamá un domingo por la mañana.Ella me miró
extrañada. ¿Y ahora qué avispa lo picó? Le metí el cuentazo de que para pasar el cole necesitaba
paz interior y qué mejor que el yoga; además, practicarlo, le recomendé, podría ayudarle a
sobrellevar el divorcio. Fue cuando mamá forzó una sonrisa de aprobación. Pues vayamos.
Por recomendación de una amiga suya, quien también lo practicaba, fuimos a un lugar
que se llamaba ElAliento del Logos. Cuando llegamos, el instructor (que parecía una especie
de Luis Miguel de ojos azules pero con acento colombiano) nos dio la bienvenida y habló sobre
los beneficios del yoga: salud emocional y espiritual. Nos dijo que esa práctica nacida en la India
hacía cientos de años era el sendero para encontrarnos a nosotros mismos. Tomó agua de una
botella que tenía a un lado y empezó ahablar sobre su experiencia personal. Por poco me largo:
me pareció un completo bostezo aquella hablada de que él era un exitoso empresario que tenía
todo, pero que no era feliz y que hasta cuando empezó a practicar yoga supo cuál era su misión
en la vida, agarró sus ahorritos, según dijo, hizo maletas y se fue de tour al sur de Asia en donde
se especializó en el yoga y estando allá, en un...