Barrancabermeja Y La Historia De U Comerciante

A la lata…

Mi padre, Luis J. Figueredo, murió el 6 de enero de 1983 y dejó un gran legado a sus 5 hijos y esposa… trabajó y creyó siempre en lo que hacía… hoy lo considero un hombre de gran visión. La historia de su vida, encarna también parte de la de Ecopetrol. Esta es historia de ‘Lleritas’.

I
“¡Lucho prepare los cantaros! ¡Muchacho atice la leña! ¿cuándo va a agarrar lospollos?...!muévase!, este pelaito… ¡haber agarre a la Toña! ¡No deje sola a su hermana!…

¡Lucho!… ¡Lucho!.. una y otra vez y sin motivo varias golpizas del esposo de mi mamá Francisca, -él hombre de tez morena, de estatura mediana y alma dura-no supo nunca durante 9 años enseñarme lo que significa sentirse verdaderamente amado.

Terminaba la década de los 30 cuando cumplí los 9 años, y pese a mi cortaedad ya tenía múltiples cicatrices en el cuerpo y en mi corazón, hasta entonces, y aún con todos los maltratos de mi familia, había soportado vivir con ellos en Mogotes, Santander, donde se cultivaba el tabaco y las mujeres se organizaban para sacar y vender el fique.

Afanado por el temor, la desesperación, el resentimiento y mucho coraje sentí ganas de hacer lo que yo quisiera: dormir durantemuchas horas del día… cazar palomas toda la tarde, y en las noches, armar fogatas como lo hacían la mayoría de mis amigos. Salté de la estera, agarré una bolsa de papel, metí 3 camisas a medio doblar, 7 arepas de trigo preparadas por Francisca y dos pantalones de lino que usaba especialmente los domingos, día del mercado, y me fui a buscar otra vida en la capital: Bucaramanga.

En ese tiempo laciudad era muy fría, y junto con la bolsa arrugada encontré lugar en una calle oscura y solitaria. En la capital no conocía a nadie, no había mucho qué hacer ni qué comer. Todo mi cuerpo todo crujía, y la verdad no entendía si era la alegría de sentirme libre o eran mis tripas que ya avisaban la llegaba de la hora comer.

Así pasaron varias semanas y meses hasta que por gracia y misericordia deno se quien, conocí un señor que me vio y me dijo: “chino usted quiere trabajar, acompáñeme y yo le enseño que hay que hacer”.

Seguí viviendo en la calle, pero esta vez al costado de un gran lote donde lavaban carros, oficio en el que yo era un experto. Me gustaban las frías calles de Bucaramanga, me volví un ‘duro’ polichando los carros, comía lo que me regalaba doña Carmen, esposa del dueñodel negocio, quien aprendió a verme con una mirada de dulzura pues decía que me parecía a su hijo mayor.

Durante varias noches dejaba de dormir, imaginándome como sería mi nuevo mundo con la libertad que me daba el estar solo, me gustaba mucho el ruido de los motores y en el tiempo en que los dejaban en remojo, me montaba en ellos para cacharrearlos, hasta que un día después de tantointentarlo aprendí a darles movimiento yo solito. Había observado fijamente y con gran interés lo que hacía Carlos, mi compañero, quien ya llevaba 6 años con el Patrón, y lo hice. Así que cambié de labor… ahora era chofer de carros municipales.

Muchos dias, que sumaron mas de siete años transcurrieron en mi vida, entre el jolgorio de sentirse libre, varias noches en cantinas de barrio; recibiendo elamor de mujeres desconocidas; el levantarse sin ningún motivo; y acostarse sin esperar el siguiente amanecer, era una verdadera experiencia a mi corta edad.

En uno de esos días en dónde no mandaba la razón, recordé que cuando dejé el pueblo había jurado no volver jamás, sin embargo, me enteré que el padrastro estaba enfermo y fui a buscarlo en carro que ya sabía conducir para traerlo a querecibiera atención médica en la capital; con mi llegada a Mogotes hubo una calle de honor, -según cuentan todos-, era el primer carro con motor que entraba al pueblo, ese día hubo una fiesta y mucha algarabía, -hermoso recuerdo para mi, que años atrás había partido con la angustia de no saber hacia dónde iba- y que ese día, aún estaba vivo, sano y dando visos de salir a flote.

II
En 1944...