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Por encargo que me honro en acceder y en nombre de todos los amigos que hoy les hacen compañía en esta maravillosa noche ,hago el último brindis de boda, deseándolesla máxima felicidad del mundo que el nuevo hogar ya formado continúe la huella ejemplar que les han legado sus respectivas familias.
Creo que he sido escogido paraeste sincero y emotivo brindis, porque conozco de cerca y desde hace mucho tiempo a quienes hoy se inician en la vida matrimonial.
Sí. Aún lo recuerdo. Con Miguel no sólocompartimos las horas de recreo, deporte y diversión; sino también las aulas del viejo colegio nacional del distrito. A María Agustina ,la conocí más tarde ,cuandollegó con su familia procedente de la ciudad de Chimbote. Luego ambos se conocerían y así, mágica y prontamente, el flechazo de Cupido los cogió juntos hasta conducirlosal momento actual de su matrimonio.
Fui de esta manera, especie de cómplice de sus travesuras realizadas sin mala fe, me convertí en el consejero de los pasos futuros yel acompañante de los ratos de soledad que siempre suelen experimentar los jóvenes enamorados.
Disculpen mi protagonismo, pero estos episodios que se recuerdan conagrado, creo que volverán a la memoria de esta joven pareja de esposos enamorados .Y estoy seguro que otros amigos con más méritos quizás, guardarán el mismo cariño ybeneplácito de verlos hoy consagrados ante el altar.
Brindo por ustedes, Miguel y María Agustina, que sean muy felices y que el nuevo hogar, se ilumine con la llegada deuno nuevo ser, momento preciso para iniciar el camino de padres y en el que ustedes no defraudarán.
Saluda y que sean felices los novios enamorados.
Gracias.