Cabezas rapadas y cintas Argentinas

Páginas: 65 (16128 palabras) Publicado: 10 de julio de 2015
Cabezas rapadas

Sarlo, Beatriz,
"Cabezas rapadas y cintas argentinas"
En La máquina cultural. Maestras, traductores y vanguardistas
Buenos Aires, Ariel, 1998.
pp11 a 77

LEER Y ESCRIBIR

"Un hijo de un pobre labrador, habiendo ido un día a un pueblo, vio una multitud de niños que salían de la escuela con sus libros debajo del brazo. Se puso a conversar con uno de ellos, y le rogó leenseñase su libro y leyere un poco en él. El niño leyó un bonito cuento que hizo llorar al pobre labradorcito. Cuando llegó a su casa, cogió una canasta y se fue al monte. Allí formó una trampa para coger perdices y, volviendo al día siguiente, halló dentro dos muy hermosas. Las recogió y dirigiéndose al pueblo, se encontró al maestro acompañado de algunos niños.
- Aquí traigo estas perdices para usted,le dijo.
- ¿Y cuánto quieres por ellas?, preguntó el preceptor.
- Señor, dijo el niño, yo no las vendo por dinero; porque aunque lo necesito para comprarme un sombrero y un par de zapatos, hay otra cosa que me hace falta. Mi padre no puede pagarme la escuela y si usted quiere enseñarme, yo le traeré de cuando en cuando perdices.
- Hijo mío, dijo el maestro, veo que te gusta más saber que vestirtebien y tener dinero y yo te enseñaré, sin que tengas que pagarme. Este niño aprendió mucho y fue un sabio."

La cartilla de lectura de primer grado era el único libro que había entonces, en 1889 o 90, en mi casa. Yo era la primera de los hijos, entonces cuatro, que iba a la escuela; ése era mi libro, pero también un libro que mi madre leía a la noche. No sé cómo me explicaron en la escuela lahistoria del labradorcito, ni sé si me la explicaron. Naturalmente, veinte años después, si yo, como maestra, hubiera tenido que explicarla, les hubiera dicho a los chicos que se consideraran felices, que ellos no tenían que hacer como el pobre labradorcito, no tenían que pagarle al maestro y salir a cazar perdices para poder aprender a leer porque en la Argentina lo habíamos tenido a Sarmiento. Peroen esa cartilla donde aprendí a leer no se hablaba de Sarmiento sino del sacrificio del labradorcito. De algún modo, mi madre debe haber pensado eso cuando a la noche, con dificultad, descifró la lectura que yo había leído en la escuela a la mañana. Mi madre leía bastante bien, pero se tropezaba con algunas palabras: ella era italiana, había llegado a la Argentina de muy chica, se había casado alos quince años con mi padre, que era gallego, y desde entonces había tenido cuatro de los ocho que serían sus hijos. Italiana rubia y fina, del Norte, piamontesa, de ojos claros, piel transparente; hablaba sin acento, se había olvidado completamente el italiano, no quería recordarlo, no quería recordar de dónde habían llegado los Boiocchi para trabajar de jornaleros y de sirvientas. ErnestinaBoiocchi, se llamaba mi madre; su marido Manuel del Río, mi padre, le había enseñado a leer en las primeras planas del diario La Prensa. Ella, a su última hija, la hija de la vejez, que nació cuando ella tenía treinta y cinco años, le enseñó a leer, antes de mandarla a la escuela, también en las primeras planas de La Prensa, que mi padre traía de la casa de sus clientes. Pero cuando nació esa últimahija ya había algunos libros más en la casa.
Mi última hermana nació cuando yo estaba en cuarto año de la Escuela Normal. Mi padre me fue a buscar a la estación y me dijo: " Esta mañana nació su hermana, después que usted se fue para la escuela". Yo tenía mucha rabia y no supe qué decir. Le pregunté entonces: " ¿Y qué nombre le van a poner?". Mi padre me dijo: " De- cídalo usted, ya que está tanenojada". Y yo le dije enseguida, porque se ve que lo tenía pensado: " Póngale Amalia". Amalia, entonces, fue la hija de mis padres y también fue como mi hija: la vestía de muñeca, con puntillas blancas, para sacarla a pasear a la vereda en las tardes de verano. Era rubia y fina, como mi madre, aunque algunos malpensados decían que era hija mía, por la edad que yo tenía entonces, pero yo era...
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