CAPITULO 3 SEÑOR CERO

Páginas: 5 (1148 palabras) Publicado: 4 de mayo de 2016
CAPITULO 3 SEÑOR CERO

Monasterio de Santa María de Ripoll
Primavera del 968
(Primeros del 357 de la Hégira para los creyentes del Islam)

Se estaba bien en el claustro. Un tibio sol de primavera daba calor a los corredores, olía a hierba nueva y a plantas en flor y el olor a moho del invierno parecía haberse refugiado en los sillares interiores de las esquinas. Como un lejano rumor se escuchabael ruido de las herramientas de los canteros y los albañiles que trabajaban en la nueva iglesia. Dos hombres paseaban despacio por el lado del claustro en el que daba el sol. Llevaban el largo hábito negro de los monjes y su pelo entrecano brillaba al sol que arrancaba destellos a los gruesos anillos episcopales que los dos llevaban en el dedo.
El más alto dijo:
—La bendición del Señor meha acompañado durante el viaje. El tiempo fue bueno y en los pasos de las montañas la nieve estaba ya casi fundida.
—Será un buen año para las cosechas —comentó el más bajo. El monje alto sonrió.
—Vayamos a las cosas importantes. No hay por qué perder el tiempo hablando de las cosechas.
—No es perder el tiempo. ¿Acaso podemos tratar de otra cosa?
—Puede que sí. Durante el viaje a la corte tuveocasión de hablar con tranquilidad con nuestro buen conde Borrell. Puedo afirmar que, aunque por distintos motivos, está de acuerdo con nosotros y apoyará nuestras peticiones.
— ¿Con permiso del rey Lotario?
—No lo digáis con tanta amargura, querido abad Arnulf*; el buen conde Borrell debe rendir vasallaje y besar las manos del rey Lotario, su señor natural. La esposa del conde, Doña Letgarda, es unabella dama franca; el conde pidió al rey Lotario su bendición para el matrimonio. Yo estuve presente y aproveché para visitar al arzobispo de Narbona*.
— ¿Era necesario?
—Es nuestro arzobispo, recordadlo, Arnulf. Tuvimos una entrevista cordial y me entregó una donación para nuestras nuevas iglesias. Eso es bueno. Nuestros monasterios son muy pobres.
El abad Arnulf se detuvo en su pasear y sucompañero se paró con él. Arnulf era de mediana estatura, fornido, y daba una falsa sensación de gordura. Sus manos eran anchas y fuertes, más de guerrero o campesino que de monje.
—Ató*, escuchad; no es que sea impaciente, es que creo que ha llegado el momento de afirmar nuestra personalidad. La provincia tarraconense era en los tiempos de los antiguos romanos un arzobispado importante, nuestrosabuelos creían que su iglesia estaba fundada por el mismo San Pablo. ¿Por qué dependemos ahora de Narbona? Porque tras la invasión de los árabes
—se contestó a sí mismo con disgusto
— no tenemos gentes ni bienes suficientes para sostener nuestras iglesias, poner manteles en los altares y leer en las celebraciones en libros dignos. ¡Y encima somos sospechosos de herejía! Ya sé que porel momento Tarragona no será dominio cristiano, tiene demasiado poder el Califa de Córdoba. ¡Pero vuestro obispado de Vic es tan importante como Narbona! Por eso creo que es bueno hablar del tiempo. Si Dios nos bendice con buenas cosechas vendrán más hombres a estos valles, repoblaremos la tierra y nuestras iglesias florecerán.
Con una breve risa, ante la irritación de su compañero, elobispo Ató volvió a su pasear; todavía sofocado, Arnulf le acompañó.
—Los tiempos son difíciles, Arnulf. Difíciles para todos los hombres de la Marca Hispánica, sean condes, monjes, guerreros o siervos.
Córdoba es el imperio más fuerte del mundo y nosotros somos la frontera entre Córdoba y los francos. Una frontera despoblada. ¿Y cómo vamos a atraer hombres a estos valles si no tienen seguridad delograr la cosecha? ¿Cómo van a trabajar? ¿Con una mano en el arado y los ojos en el horizonte? Por eso, hace dos años, los condes enviaron su mensaje de paz al Califa. Nos cuesta buenos tributos, pero necesitamos paz para trabajar y prosperar.
— ¿Cómo han aceptado eso en la corte?
—Han disimulado su disgusto. Al rey Lotario no le agrada que sus condes de la Marca envíen tributos al Califa en su...
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