Cartas Peligrosas

Páginas: 19 (4583 palabras) Publicado: 19 de marzo de 2015
Cartas peligrosas

El ordenanza le entregó el sobre con una sonrisita ambigua y Tununa leyó, en el anverso: “Para la Srta. Tununa”, más abajo la dirección del Banco y todavía más abajo, en el ángulo inferior izquierdo, “Estrictamente personal”. Las señas del remitente, en el dorso del sobre, la intrigaron: “D.C. Pichincha 2110 piso 2’ departamento 12 Buenos Aires”. No recordaba conocer a nadieque viviese en ha calle Pichincha y cuyo nombre coincidiera con las iniciales D.C.
 
Durante toda la mañana tuvo tanto trabajo que no encontró un minuto para leer esa carta que le enviaba no sabía quién, por lo visto alguien que no estaba al tanto de su apellido ni de su domicilio. La leyó al mediodía, en el café de la esquina, mientras almorzaba un té con leche y un sándwich tostado.
 
En unprimer momento no entendió nada y debió leer dos veces esa hoja de papel de estraza toda cubierta por una caligrafía prolija y diminuta. Quien le escribía era Donald Corey. Donald Corey le escribía desde dónde, desde la cárcel. Donald Corey le escribía desde la cárcel para decirle qué. Que estaba preso. Pero no le decía por qué estaba preso. Y entonces para qué le escribía, qué quería. Tununa se sintióaturdida y vagamente alarmada.
 
Hacía un año que Donald Corey había dejado de ser cliente del Banco, pero apenas Tununa leyó su nombre lo recordó. Era un inglés que no parecía Inglés porque era bajo y rechoncho, sin pezcuezo, con la cabeza redonda y rapada de marinero hundida entre hombros de boxeador. Además los ingleses se visten como ingleses y tienen un carácter que combine la cortesía y laindiferencia. En cambio Corey tenía el temperamento sanguíneo y extrovertido de un italiano y se vestía como un porteño enriquecido de golpe: telas brillosas, colores fuertes, oro en los puños de la camisa, en la corbata, en las muñecas, en los dedos y se perfumaba hasta apestar. Ni siquiera chapurreaba el español: hablaba como un porteño y usaba palabras del lunfardo. En cuanto a la educación,tenía la de un ex marinero que ahora se dedica a negocios en los que ha prosperado.
 
Pero era un tipo muy popular en el Banco, muy simpático, y manejaba gruesas sumas de dinero. Venía todos los días, con varios cheques. Saludaba a todo el mundo, buscaba conversación, hacía bromas en voz alta (por lo general demasiado alta) que él era el primero en festejar con grandes risotadas que terminaban enacceso de tos. A fin de año les traía regalitos. Cuando canceló la cuenta corriente y dejó de hacerse ver, su desaparición fue muy comentada. Después lo olvidaron. Y ahora ese Donald Corey resucitaba para escribirle una carta, justamente a ella, desde la cárcel.
 
Por qué a mí  se preguntó Tununa con aquel vago malestar. Al fin y al cabo no había habido entre los dos ninguna amistad. Buenos días,buenas tardes, cómo le va, hace frío, hace calor, diálogos triviales sin ninguna importancia entre una cajera y un cliente que no podía estar callado. 
 
Cierto, pero a fin de año Corey no le obsequiaba, como a las demás empleadas, un frasquito de perfume. Para Tununa había un libro en encuadernación de lujo, con una dedicatoria cuyo laconismo trasuntaba un gran respeto “A la Srta. Tununa de suagradecido servidor Donald Corey”. Ella leía el libro, siempre algún best seller norteamericano y después, si se presentaba la oportunidad, lo comentaba con Corey. Pero se daba cuenta de que a él no le interesaban los libros, no leía libros. De todos modos que le regalase un libro, y que antes lo hiciera encuadernar en cuero de Rusia o en piel de nonato, era un especia de homenaje. Tununa se sentíahalagada aunque no le hubiese disgustado un frasco de perfume.
 
Y ahora ese Donald Corey le escribía desde la cárcel. No le revelaba por qué estaba preso pero dejaba entender que sería por muchos años. O tal vez exagerase, porque agregaba: “Aquí un día no pasa nunca, un mes es una eternidad”. 
 
A la tercer lectura Tununa pescó con qué intenciones Corey le dirigía aquella carta: “No tengo...
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