casa del tiempo eV num 11 12 53 55

Páginas: 6 (1461 palabras) Publicado: 16 de agosto de 2015
armario

El escuerzo
Ilustración del libro Wild life of the world vol. 2, Londres, 1916

Leopoldo Lugones

Un día de tantos, jugando en la quinta de la casa donde habitaba la familia, di
con un pequeño sapo que, en vez de huir como sus congéneres más corpulentos, se
hinchó extraordinariamente bajo mis pedradas. Horrorizábanme los sapos y era mi
diversión aplastar cuantos podía. Así que el pequeñoy obstinado reptil no tardó
en sucumbir a los golpes de mis piedras. Como todos los muchachos criados en la
vida semicampestre de nuestras ciudades de provincia, yo era un sabio en lagartos y
sapos. Además, la casa estaba situada cerca de un arroyo que cruza la ciudad, lo cual
contribuía a aumentar la frecuencia de mis relaciones con tales bichos. Entro en estos
detalles para que se comprendabien cómo me sorprendí al notar que el atrabiliario
sapo me era enteramente desconocido. Circunstancia de consulta, pues. Y tomando
mi víctima con toda la precaución del caso, fui a preguntar por ella a la vieja criada,

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confidente de mis primeras empresas de cazador. Tenía
yo ocho años y ella sesenta. El asunto había, pues, de
interesarnos a ambos. La buena mujer estaba, como
decostumbre, sentada a la puerta de la cocina, y yo
esperaba ver acogido mi relato con la acostumbrada
benevolencia, cuando apenas hube comenzado la vi
levantarse apresuradamente y arrebatarme de las manos el despanzurrado animalejo.
—¡Gracias a Dios que no lo hayas dejado! —exclamó con muestras de la mayor alegría—, en este mismo
instante vamos a quemarlo.
—¿Quemarlo? —dije yo—; pero qué va a hacer,
siya está muerto...
—¿No sabes lo que es un escuerzo —replicó en
tono misterioso mi interlocutora— y que este animalito resucita si no lo queman? ¡Quién mandó matarlo!
¡Eso habías de sacar al fin con tus pedradas! Ahora voy
a contarte lo que le pasó al hijo de mi amiga la finada
Antonia, que en paz descanse.
Mientras hablaba, había recogido y encendido
algunas astillas sobre las cuales puso elcadáver del
escuerzo.
¡Un escuerzo!, decía yo, aterrado bajo mi piel de
muchacho travieso: ¡un escuerzo! Y sacudía los dedos
como si el frío del sapo se me hubiera pegado a ellos.
¡Un sapo resucitado! Era para enfriarle la médula a un
hombre de barba entera.
—¿Pero usted piensa contarnos una nueva batracomiomaquia? —interrumpió aquí Julia con el amable
desenfado de su coquetería de treinta años.
—Deningún modo, señorita. Es una historia que
ha pasado.
Julia sonrió.
—No puede usted figurarse cuánto deseo conocerla...
—Será usted complacida, tanto más cuando que
tengo la pretensión de vengarme con ella de su sonrisa.
Así, pues, proseguí, mientras se asaba mi fatídica
pieza de caza, la vieja criada hilvanó su narración, que
es como sigue:

54 | casa del tiempo

Antonia, su amiga, viuda de unsoldado, vivía
con el hijo único que había tenido de él, en una casita
muy pobre, distante de toda población. El muchacho
trabajaba para ambos, cortando maderas en el vecino
bosque, y así pasaban año tras año, haciendo a pie la
jornada de la vida. Un día volvió, como de costumbre,
por la tarde, para tomar su mate, alegre, sano, vigoroso,
con su hacha al hombro. Y mientras lo hacía, refirió
a su madreque en la raíz de cierto árbol muy viejo
había encontrado un escuerzo, al cual no le valieron
hinchazones para quedar hecho una tortilla bajo el
ojo de su hacha.
La pobre vieja se llenó de aflicción al escucharla,
pidiéndole que por favor la acompañara al sitio, para
quemar el cadáver del animal.
—Has de saber —le dijo— que el escuerzo no perdona jamás al que lo ofende. Si no lo queman, resucita,sigue el rastro de su matador y no descansa hasta que
pueda hacer con él otro tanto.
El buen muchacho rio grandemente del cuento,
intentando convencer a la pobre vieja que aquello era
una paparrucha buena para asustar chicos molestos,
pero indigna de preocupar a una persona de cierta reflexión. Ella insistió, sin embargo, en que la acompañara
a quemar los restos del animal.
Inútil fue toda...
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