Celebrando unas bodas de oro

Celebrando unas Bodas de Oro[1]

Cuando llegué aquella tarde a su casa, estaban solos; ya se habían marchado sus hijos. Y pasamos juntos aquellas horas. Fue algo maravilloso.

Me parecía queconocía muy bien a aquellos viejos amigos, amigos de siempre: personas sencillas que habían vivido juntos durante medio siglo, en medio de alegrías y de dificultades. Pero aquella noche los descubrí conunos ojos nuevos, porque me abrieron su “tesoro”: una sencilla caja de cartón en donde había de todo. Fotografías en primer lugar; la foto familiar, todos tan pulcros y compuestos, la primera comunióny la boda de cada uno de los hijos, instantáneas de la sonrisa de un niño o de un paisaje de vacaciones.

Tarjetas postales, vulgares y convencionales, muchas de ellas descoloridas y medio rotas,por que él las había guardado en su mochila durante la guerra. Me las iban comentando, explicando. Y aquellos comentarios se acompañaban de rostros de dolores y de alegrías de cada momento de susvidas.

Parecía que volvía a brotar su vida de en medio de aquellas fotos y postales familiares. Brotaba también la genealogía familiar, lista monótona de nombres rancios, salía de allí un sentimiento depertenencia, y pertenencia a un largo linaje, de estar arraigados en una tierra. Apareció el contrato matrimonial, y este ya no era sólo un documento legal y minucioso, sino que representaba el sueñode una vida larga y fructífera, de un trabajo, hasta la vieja libreta de ahorros con los cuales finalmente pudieron llegar a conseguir “su” casa.

Las cartas del noviazgo (“Cuidado, no le hagasleer eso”, protestó el viejo, encantado de que yo descubriera de ese modo la ternura de su amor). Estaban también las oraciones compuestas para algunos grandes momentos de su vida, incluso algunos versosingenuos ofrecidos por alguno de sus nietos.

Aquella velada pasó como un sueño. Creía que conocía bien a aquellos viejos amigos, y de pronto, con ocasión de aquellas bodas de oro, junto a ellos...