cinco panes de cebada

Ella siempre había soñado con una escuela moderna y le dieron un pueblo. Tenía veintiún años y acababa de terminar la carrera. –El sitio es lo de menos, le dijo su madre para animarla. Pero ella pensaba que para ir a un sitio así, no era necesario que le hubieran hecho un examen tan duro, ni aquel test, que decía queestaba capacitada para dirigir una escuela de ciento setenta niños. ¿En un pueblo tan pequeño, cuántos alumnos tendría? Su hermana Sylvia se reía de ella. Cuando llegó a la estación vio un viejo autobús, preguntó a una mujer si aquel era el coche que iba a Beirechea y contestó afirmativamente. Subió al autobús que estaba lleno y tuvo que quedarse de pieen el pasillo. Cuando se puso en marcha, lo último que vio fue a su madre, sonriendo, agitando la mano y con los ojos llenos de lágrimas. Sintió un nudo en la garganta. El autobús trotaba, una mujer le ofreció un pedazo de asiento, ella se lo agradeció y quedó sentada entrela cesta con dos gallinas qué llevaba la mujer y una chica de su edad que parecía empezar a marearse. Pasaron un pueblo, otro, otro…-¿Cuándo llegaríamos? Se preguntaba. Pararon y subió una mujer con un niño en brazos, le cedió su trozo de asiento y ella se puso entre una cesta y las barras metálicas que separaban el asiento del conductor. Pasaron un puerto con curvas muy cerradas y empezó asentirse mareada, cuando peor se iba poniendo, más antipatía sentía por aquel odioso pueblo. Cerró los ojos, oía confusamente la cháchara de los viajeros. -¿No iba usted a Beirechea? Dijo una voz a su lado. Abrió los ojos y bajó del autobús dando traspiés. Nunca en su vida se había sentido tan desgraciada.Un hombre muy alto le preguntó si había venido en el auto de Pamplona. –Si señor le contestó. - ¿Y sabe si venía la maestra? – Yo soy la maestra, le dijo. -Pues parece usted muy joven. Yo soy Tello, el amo de la casa donde vivirá usted. Cuando llegaron al pueblo, pararon ante un edificio ruinoso. –Ahí está la escuela –dijo.La primera impresión que recibió al entrar en ella fueron dos ratones comiendo algo. Estuvo a punto de entrarle un ataque de histeria, pero se contuvo. Lanzó una ojeada a la clase y se quedó desolada. Las paredes estaban de un azul descolorido y la luz daba una tonalidad mortecina. El techo tenía muchas huellas de goteras. Le entraron ganas de gritar. Luego fueron a casa, al entrar Pello gritó–ya tenemos aquí a la señorita maestra. En la cocina estaba una anciana con cabello blanco, detrás, la esposa de Pello con un niño en brazos. Le pusieron una taza de chocolate que no se atrevió a rechazar. Después la hija mayor de los patronos la condujo al dormitorio. Le causó buena impresión. La cama de hierro tenía una colcha de ganchillo, el espejo del lavabo reflejaba su imagenborrosa. Oyó una moto que se paró en la puerta de casa. Se oía perfectamente la conversación del de la moto con Isabel, la esposa de Tello, el hombre le decía que no importaba que ya no tuviera la habitación que con la ropa y la comida le bastaba. Entonces comprendió que aquel hombre, quien quiera que fuese, había ocupado su habitación anteriormente y que ningún vecino del pueblo la había querido tenerhospedada en su casa, y él se había marchado de allí para dejarle su sitio. Sintió lástima de sí misma. Llamaron a la puerta y la niña de las trenzas rubias que antes la había acompañado, le dijo,-que ya podía bajar a cenar. No le apetecía en absoluto, pero se cambió de ropa y bajó. La estaban esperando sentados en la mesa, el hombre de la moto, era el cura del pueblo, y desde el principio no...