civilizacion y barbarie
publicación»
José A. Zamora
en: Scripta Fulgentina 14, 1997, p. 255292.
http://www.foroellacuria.org/JAZam/JAZamTexto03.htm
En la discusión actual en torno al proyecto de la modernidad, tanto si se defiende su posibilidad de
futuro como si se sostiene la necesidad de su superación, todas las partes están de acuerdo en
considerar a la Dialéctica de la Ilustración de Horkheimer y Adorno como el signo inconfundible de un
cambio epocal en la conciencia que la modernidad tiene de sí misma. Esta ruptura tuvo su origen en la
confrontación con los acontecimientos catastróficos de la segunda guerra mundial y del exterminio
masivo que conmocionaron el mundo occidental de un modo hasta ese momento desconocido. Dicha
conmoción afectó en primera línea a la concepción de la historia y a la idea de progreso que de modo
tan singular habían determinado la autocomprensión evolucionista de la modernidad y habían servido
desde Turgot y Condorcet de horizonte legitimador tanto a la ciencia como a la emancipación política.
Baste recordar el pathos revolucionario con que Condorcet profetizaba en su Bosquejo (1793) «el
momento en que el sol ya no alumbrará sobre la Tierra más que a hombres libres, que no reconocerán
más señor que su razón»(1)
El amargo desengaño de la expectativa formulada en esta concepción de la historia, que había recorrido
toda la época moderna hasta el materialismo histórico, es lo que empujó a Adorno y Horkheimer a
buscar las razones de «por qué la humanidad, en vez de alcanzar un estado verdaderamente humano, se
hunde en una nueva forma de barbarie»(2). La formulación de esta pregunta en el 'Prólogo' de la
Dialéctica de la Ilustración no deja la menor duda de que dicho interrogante se encuentra hondamente
enraizado en el proyecto mismo de la modernidad, lo que no impide, sino que al contrario exige
cuestionarlo radicalmente. Horkheimer y Adorno se adelantan ya entonces a sus actuales críticos y
hablan allí de una petitio principii: de un cuestionar radicalmente el pensamiento ilustrado y seguirinsistiendo en su necesidad. Sin embargo, ellos consideran que esa aporía pertenece a la cosa misma y
no sólo al pensamiento sobre ella (cfr. DA, 13).
El resultado de su pesquisa es tan conocido como sorprendente: la barbarie que el siglo veinte nos pone
ante los ojos no es la obra de fuerzas atávicas o poderes irracionales que irrumpen inopinadamente a
contrapelo del curso de la historia, sino el resultado del mismo proceso de emancipación del que ha
surgido la sociedad moderna y que ella reclama para sí.
No es nada nuevo ciertamente examinar el proceso de la ilustración en relación a la dialéctica entre
emancipación y dominio. Dicho examen pertenece por así decirlo desde sus orígenes al proyecto mismo
de la modernidad, que se constituye como un proyecto de autorreflexión crítica. A través de ella se
intenta desenmascarar la particularidad según el caso, del pensamiento cientificista, del sujeto burgués,
etc. que se esconde en la pretensión ilustrada de universalidad, para reclamar entonces la elaboración
de un concepto enfático de razón (Hegel) o, en su caso, para exigir su realización política (Marx). Pero
el mismo concepto de razón que con diferentes matices define la idea que tiene la modernidad de sí
misma sigue siendo la instancia crítica frente a los procesos de lo que en la terminología de M. Weber
podríamos llamar 'modernización'. Institucionalizaciones culturales como la filosofía de la historia, la...
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