Codex nigrum

Páginas: 103 (25733 palabras) Publicado: 1 de junio de 2013
CODEX NIGRUM
JOSÉ Mª LATORRE
No te tienes que guardar del ruido;
el peligro se esconde en el silencio.
FREDERICK PROKOSCH
Con el terror ahuyentaré vuestro
sueño.
HORACIO-EPODO V
.. La noche pertenece al diablo.

GEORGES BERNANO
1

Pórtico
Cuando el párroco abrió aquella
mañana la puerta del templo, como lo
venia haciendo invariablemente
desde hacía casi cuarenta años, unfuerte hedor lo hizo retroceder unos
pasos y estuvo a punto de no entrar y
quedarse un rato respirando el aire
de la plaza, preferible pese a estar

contaminado. Se trataba de un olor
repugnante que le recordaba el hedor
de la putrefacción orgánica y el de
las cloacas en un día de lluvia.
Era la primera vez que le sucedía
algo así durante todo el tiempo que
había estado al frente de aquellaiglesia y se preguntó qué podría
haberlo causado.
Todavía titubeó antes de entrar, sin
poder evitar una sensación de
rechazo al hedor.

Al contrario de lo que hacía los
demás días, dejó abierto el portón y
empujó una de las hojas batientes del
ínterin. El templo se le reveló
entonces en su silenciosa quietud, en
su oscuridad apenas rasgada por la
claridad que empezaba amanifestarse a través de los vitrales
de las claraboyas. Dentro no parecía
oler tan mal, a no ser —se dijo a sí
mismo— que su olfato lo hubiera
asimilado hasta el extremo de no
provocarle una reacción de náusea.
Al rato de permanecer inmóvil junto
a la puerta, como si no se atreviera a

dar ni un solo paso para no remover
el aire, creyó percibir que éste había
recuperado su normalidad. ¿Seríaque el hedor había salido al exterior
a través del portón abierto?
Echó a andar por el pasillo central
de la nave, camino del altar, para ir a
la sacristía. Todos los días repetía
esos movimientos de un modo casi
mecánico, como si formaran parte de
un ritual cotidiano. No sabía
explicarse la causa, pero sentía que
la iglesia no estaba igual que la había
dejado al marcharse el día anterior, una vez terminadas las labores de la
jornada; y eso le hacía estar
intranquilo. Por otro lado, con la
precipitación había dejado abierto el
portón de la calle y todavía era
demasiado temprano para tener el
acceso abierto. De manera que se
encaminó hacia la salida del templo
mientras inspeccionaba el sombrío
lateral derecho, mirando todo con
prevención, como si intuyera que leaguardaba una desagradable
sorpresa, pues el olor que le había
asaltado al entrar tenía que estar
forzosamente producido por algo.

Su mirada resbaló por los
confesonarios, por las capillas
laterales, por los frescos de las
bóvedas y por los capiteles todavía
inundados de sombra, por los
rincones y zonas oscuras del templo,
y por los cuadros colgados en las
paredes, que tanta satisfacciónle
producían a causa de la admiración
que suscitaban entre los turistas.
Todo parecía normal. No había nada
que explicara la procedencia de
aquel hedor. Pero su expresión se
transformó al ver una de las pinturas;
primero hizo un gesto de sorpresa y

se frotó los ojos como si no diera
crédito a lo que estaba viendo, y
después hizo algo que la voz de la
prudencia le desaconsejó: cogióuna
de las sillas plegables que había
apoyadas en la pared y, a pesar de su
edad y de los vértigos que en
ocasiones padecía, se subió a ella
para mirar de cerca el cuadro. La
sorpresa fue sustituida por el horror.
Tembloroso, bajó como pudo, se
sentó en la silla de la que acababa de
servirse y sepultó el rostro entre las
manos. Sus palabras

«¡qué horror..., qué horror!» fueron
pocomás que un susurro y nadie
habría podido ser capaz de oírlas
aunque hubiera estado cerca de él.
2

EL ENIGMA DEL
CUADRO
La noticia apareció en la prensa
cuatro días antes de mi llegada a
Roma para participar como ponente
en el congreso internacional sobre
satanismo que se iba a celebrar allí
del 30 de octubre al 1 de noviembre.
En ella se decía que el anciano
párroco de la iglesia...
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