Colette Sidonie Gabrielle Claudine En La Escuela

Páginas: 313 (78038 palabras) Publicado: 8 de octubre de 2015
Claudine en la escuela
Colette

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Claudine en la escuela

Colette 2

Me llamo Claudine y vivo en Montigny, donde nací en 1884 y donde
probablemente no moriré. Mi Manual de Geografía Regional dice así: «Montigny––
en––Fresnois, pequeña y linda ciudad de 1.950 habitantes, construida en forma de
anfiteatro sobre el Thaize, en la que puede admirarseuna torre sarracena en buen
estado de conservación.» A mí, estas descripciones no me dicen nada. En primer
lugar, no existe el tal Thaize; sé perfectamente que se supone que cruza los prados por
debajo del paso a nivel; pero en ninguna estación del año hallaréis en él agua
suficiente para lavar las patas de un gorrión. ¿Montigny está construida «como un
anfiteatro»? No, yo no lo veo así; a mi modode ver, está formada por casas que van
bajando desde lo alto de la colina hasta el fondo del valle; desciende escalonándose
desde un enorme castillo reconstruido bajo el reinado de Luis XV y más deteriorado
ahora que la torre sarracena, encorsetada de hiedra, que se desmorona día tras día. Es
un pueblo y no una ciudad; las calles, ¡gracias a Dios!, no están adoquinadas y los
aguaceros formanpequeños torrentes en ellas, secándose al cabo de dos horas; es,
pues, un pueblo, ni siquiera muy bonito y, sin embargo, lo adoro.
El encanto y la delicia de esta tierra, formada por colinas y valles tan estrechos
que a veces no son más que barrancos, estriba en los bosques, los bosques profundos
y omnipresentes, que se suceden y ondulan hasta el horizonte, hasta más allá de la
lejanía... Salpicadosaquí y allá por verdes prados o por pequeños cultivos, poca cosa
en realidad, los soberbios bosques lo devoran todo. De manera que esta hermosa
comarca es espantosamente pobre, con sus escasas granjas diseminadas, apenas las
precisas para que con sus tejados rojos hagan resaltar aún más el verde aterciopelado
de los bosques.
¡Queridos bosques! Los conozco todos. ¡Los he recorrido tan a menudo! Estáel
monte bajo, los arbustos que te arañan malignamente al pasar, llenos de sol, de fresas,
de lirios silvestres y también de culebras. En ellos me he estremecido con sofocantes
escalofríos al ver deslizarse ante mis pies esos atroces cuerpecillos, lisos y fríos; mil
veces me he detenido, anhelante, al sentir bajo mi mano, cerca de la malvarrosa, a una
astuta culebra, enroscada en una espiralperfecta, la cabeza erguida, con sus ojitos
dorados mirándome fijamente; no era peligroso, pero ¡qué pavor! Daba lo mismo:
siempre termino por volver allí, sola o con mis compañeras; más bien sola, porque
esas chicas mayores me dan dentera, con su miedo a arañarse con los espinos, con su
miedo a los animalitos, a las orugas aterciopeladas y a las arañas de los brezos, tan
bonitas, redondas y rosadascomo perlas. Gritan, se cansan... en una palabra:
insoportables.
Y están mis preferidos, los grandes bosques que cuentan dieciséis o veinte años;
se me parte el alma si veo que los talan; en éstos no hay maleza: árboles como
columnas, senderos estrechos donde al mediodía parece de noche, donde los pasos y
la voz resuenan de un modo inquietante. ¡Dios, cómo los amo! En ellos me siento tan
sola, losojos perdidos en la lejanía, entre los árboles, en la luz verde y misteriosa,
deliciosamente tranquila y a la vez un poco ansiosa a causa de la soledad y de la vaga
obscuridad... No hay bestezuelas en estos grandes bosques, ni hierbas altas, sino un
suelo apisonado, a veces seco y sonoro, otras veces mojado a causa de las fuentes; los
cruzan conejos de blanco trasero; asustadizos corzos, cuyo pasosólo se adivina, tan
rápido corren; grandes faisanes, pesados, rojos y dorados; los jabalíes (no he visto
ninguno); los lobos ––oí a uno, a principios del invierno, mientras recogía hayucos,
los pequeños y deliciosos hayucos que raspan la gargantan y hacen toser. Algunas
veces los aguaceros la sorprenden a una en los grandes bosques; entonces, hay que
guarecerse bajo un roble más frondoso que...
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