comportamiento bizarro
con los nombres de discordancia o extravagancia, siendo definido clásicamente como«...una distorsión
de la vida psíquica, cuya pérdida de la unidad, incomodidad y malestar conducen a rodeos extraños o
fantásticos que dan la impresión de una búsqueda barroca, de una serie deparadojas encadenadas
caprichosamente...» (1965: 507). Jaspers, desde su fenomenología interpretativa, se planteaba: «...al
interrogante de cuánto y por qué son anormales los caracteres, no hayninguna respuesta posible.
Tenemos que estar conscientes que lo anormal dicho en general no es una comprobación efectiva sino una
valoración» (1913: 97). Cuestión que no es debidamente tenidaen cuenta ya que, como refieren los
psiquiatras de escuela, aquello que sale de lo normal y que se aparta de las convenciones sociales y
culturales es fundamental a la hora de diagnosticarun desorden mental.
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Como señala Norbert Elias, autor que iluminara buena parte de estas reflexiones, este tipo de situaciones
cotidianas encierran toda una serie de paradojas: «...No carecede interés observar que, una vez se ha
consolidado una cierta apertura en relación al siglo XIX, al menos en lo que respecta a la posibilidad de
hablar de las necesidades corporales. Lalibertad y el desenfado con los que hoy se dice lo que hay que
decir, y además, sin desconcierto, sin la sonrisa reprimida y las risitas de infracción al tabú, resultan
evidentes en lapost-guerra. Pero al igual que en las costumbres de baño y de danza de la época
contemporánea, todo esto es posible porque en líneas generales, se ha asegurado la pauta de las
costumbres, lasautocoacciones técnico-institucionales, así como el grado de represión de la propia vida
impulsiva y del propio comportamiento. Se trata por tanto de una abertura en el marco de una pauta de
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