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Páginas: 14 (3311 palabras) Publicado: 5 de octubre de 2015
EL OTRO LADO DEL CHARCO
Eran ya las siete, y la melodía armónica de las hojas de los árboles siendo sacudidas por un poderoso viento sonaba cual sinfonía de cuatro movimientos mientras el ocaso caía y se apoderaba del cielo tiñéndolo de un naranja rojizo típico de las tardes de invierno de la capital.
Estaba embaucado en la imagen de los arboles movidos por el viento con un perfecto cielo defondo, y a lo lejos, los rascacielos de Nueva York que se alzaban sobre el suelo provocando en mi un escalofrío un tanto peculiar, pero que siempre aparecía en esas ocasiones. Solo llevaba 3 meses en la gran manzana y ya sentía la adicción que provoca en la gente, pero lo echaba de menos, echaba de menos esas tardes de juego en el parque, los amigos, la familia… Todo. No obstante, fui yo el quedecidí irme, aun no comprendo mucho que fue lo que me hizo salir de allí, tal vez buscaba algo nuevo, una vida alternativa, diferente, una vida nueva.
Mi período de evasión no fue más allá de treinta minutos fugaces mirando al horizonte divagando y pensando en sinsentidos, mi amiga Michelle me arrebató de las manos de mis pensamientos como un águila que agarra a su presa. “Despierta, genio”-Me dijoella-. Solía decírmelo no porque lo fuera, ni mucho menos, pero para ella lo era, el hecho de haber dejado España para poder trabajar de informático en una de las ciudades más importantes del mundo ella lo consideraba de gran valor, y así lo era, pero en ese entonces yo no era consciente de lo que había dejado atrás. “Vuelve de tu mundo”-insistía-. “Venga, vamos, que hasta la ciudad hay un buentrecho”. Razón no le faltaba, si por algo me gustaba ese lugar era por la evasión que provocaba en mi aquella vista alejada del ajetreo de una ciudad viva. Este lugar no era nada en especial, tan solo era un parque con dos solitarios columpios y un banco orientado hacia la bahía.
Cogimos el coche y nos dirigimos hacia el corazón latiente de la ciudad, al lado del Rockefeller Center, Manhattan, donde seencuentra nuestro apartamento, así es, Michelle y yo compartíamos piso, un apartamento en pleno Manhattan no era accesible para un solo bolsillo. ¿Qué cómo nos conocimos Michelle y yo? Es una buena historia, pero tal vez la contaré en otro momento. Yo seguía asombrándome de los rascacielos y de las calles que aquel barrio, y aun ahora lo sigo haciendo, es como si la ciudad estuviera viva. Pocodespués llegamos al apartamento, Michelle dejó las llaves del coche en el cuenco morado, que yo tanto odiaba, como de costumbre y se acomodó en el sofá, hoy me tocaba a mi hacer la cena a pesar de mis pésimas dotes culinarias que poco a poco iban mejorando al igual que mi inglés, el cual aún no domino a la perfección. Me sentía inspirado y decidí ponerme a prueba a mí mismo delante aquella diabólicacocina y hacer una de las recetas que me había enseñado Michelle los primeros días de convivir en el mismo apartamento: Un sándwich de pastrami acompañado de un coctel Cosmopolitan, la típica cena neoyorquina. La casi perfecta cena quedó eclipsada por un tema que yo ansiaba que llegara a nuestras conversaciones; por fin, después de tres intentos, podría dejar el cuchitril de almacén de reparaciónde ordenadores y entrar en un lugar donde mi creatividad y habilidad con los ordenadores pudiera relucir, la sede central de una de las más importantes sedes de programación informática en Estados unidos. Según Michelle debía ir al día siguiente a la sede para la entrevista protocolaria, un escalofrío me recorrió el cuerpo, no podía creerlo, yo, trabajando de lo que siempre había soñado dondesiempre había querido… nada podía ser mejor ya.
Esa noche no pude dormir, los nervios me atacaban, el miedo a no hacerlo bien, aunque estuviera de sobra cualificado, todo se apelotonaba en mi cabeza impidiéndome pensar en otra cosa que no fuera como iría vestido, como me presentaría… Al fin, después de una de las noches más largas que puedo recordar, llegó la hora. Me levanté a las siete de la...
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