Consideraciones sobre la guerra y la muerte
CONSIDERACIONES DE
ACTUALIDAD SOBRE LA
GUERRA Y LA MUERTE
Sigmund Freud
1915
Edición electrónica de
www.philosophia.cl / Escuela de
Filosofía Universidad ARCIS.
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CONSIDERACIONES DE ACTUALIDAD SOBRE LA GUERRA Y LA MUERTE1
I. Nuestra decepción ante la guerra.
Arrastrados por el torbellino de esta época de guerra, sólo unilateralmente
informados, a distancia insuficiente de las grandes transformaciones que se han
cumplido ya o empiezan a cumplirse y sin atisbo alguno del futuro que se está
estructurando, andamos descaminados en la significación que atribuimos a las
impresiones que nos agobian y en la valoración de los juicios que formamos.
Quiere parecernos como si jamás acontecimiento alguno hubiera destruido tantos
preciados bienes comunes a la Humanidad, trastornado tantas inteligencias, entre
las más claras, y rebajado tan fundamentalmente las cosas más elevadas. ¡Hasta la
ciencia misma ha perdido su imparcialidad desapasionada! Sus servidores, profun‐damente irritados, procuran extraer de ella armas con que contribuir a combatir al
enemigo. El antropólogo declara inferior y degenerado al adversario, y el psiquia‐
tra proclama el diagnóstico de su perturbación psíquica o mental. Pero, probable‐
mente, sentimos con desmesurada intensidad la maldad de esta época y no tene‐
mos derecho a compararla con la de otras que no hemos vivido.
El individuo que no ha pasado a ser combatiente, convirtiéndose con ello en
una partícula de la gigantesca maquinaria guerrera, se siente desorientado y confu‐
so. Habrá, pues, de serle grata toda indicación que le haga más fácil orientarse de
nuevo, por lo menos en su interior. Entre los factores responsables de la miseria
anímica que aqueja a los no combatientes, y cuya superación les plantea tan arduos problemas, quisiéramos hacer resaltar dos, a los que dedicaremos el presente ensa‐
yo: la decepción que esta guerra ha provocado y el cambio de actitud espiritual
ante la muerte al que —como todas las guerras— nos ha forzado. Cuando habla‐
mos de una decepción ya sabe todo el mundo a la que nos referimos. No es preciso
ser un fanático de la compasión; puede muy bien reconocerse la necesidad bioló‐
gica y psicológica del sufrimiento para la economía de la vida humana y condenar,
sin embargo, la guerra, sus medios y sus fines y anhelar su término. Nos decíamos,
desde luego, que las guerras no podrían terminar mientras los pueblos vivieran en
tan distintas condiciones de existencia, en tanto que la valoración de la vida indivi‐dual difiera tanto de unos a otros y los odios que los separan representaran fuerzas
instintivas anímicas tan poderosas. Estábamos, pues, preparados a que la Huma‐
Zeitgemässes über Krieg und Tod, en alemán el original, en Imago, 4 (1), 1‐21, 1915.
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nidad se viera aún, por mucho tiempo, envuelta en guerras entre los pueblos
primitivos y los civilizados, entre las razas diferenciadas por el color de la piel e
incluso entre los pueblos menos evolucionados o involucionados de Europa.
Pero de las grandes naciones de raza blanca, señoras del mundo, a las que
ha correspondido la dirección de la Humanidad, a las que se sabía al cuidado de los intereses mundiales y a las cuales se deben los progresos técnicos realizados en
el dominio de la Naturaleza, tanto como los más altos valores culturales, artísticos
y científicos; de estos pueblos se esperaba que sabrían resolver de otro modo sus
diferencias y sus conflictos de intereses. Dentro de cada una de estas naciones se
habían prescrito al individuo elevadas normas morales, ...
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