Crisis de la Educación

CONTRAVIENTO | Marzo de 2011

Es la política...
Por José Rilla

La lluvia de datos es desbordante y alguien podría pensar que la situación de la
educación uruguaya está sobrediagnosticada. Esto es parcialmente cierto, pero
en todo caso la gravedad de la hora nos coloca ante la verdadera naturaleza
del problema. A pesar de todos los esfuerzos técnicos y económicos, no hemos
dado en la tecla y lahondura del problema nos oculta la razón primaria de
nuestros fracasos. Ella está, por un lado, en la indiferencia ciudadana -cosecha
mala de una siembra más que centenaria- y por otro, en la defección de la
política y los políticos.
Las cuestiones de política educativa son más de política que de educación.
Están vinculadas a las razones por las que convivimos en la diferencia y la
diversidad y anuestra capacidad de elaborar decisiones legítimas,
públicamente discutidas y fundadas entre ciudadanos. En este caso se trata de
decisiones en una delicada materia, nada menos que aquello que los mayores
hacemos respecto a los menores, lo que deseamos legar y lo que estamos
dispuestos a desechar, los derechos y obligaciones de lo nuevo ante lo viejo.
Desde hace mucho tiempo, más de un siglo ymedio, la discusión educativa
uruguaya circula por carriles más mezquinos que entienden a la política como
campo de batalla; a todos atrapa la pasión de dominio: ¿quién manda aquí?,
¿quién es el dueño de la llave maestra? ¿quién pone en marcha “la máquina de
la felicidad”, como decía Varela? Esto es más complejo de lo que parece
porque en la pregunta por el mando habita otra: ¿para qué sirve laeducación?
Es una pregunta de respuestas peligrosas y a menudo desmedidas; esconden
una veta autoritaria que aunque disimulada por la abnegación generosa
supone a alguien con derecho a decidir por los demás, a darle un sentido a sus
vidas, y por extensión, a poner a una sociedad al servicio de algún proyecto o
designio que la trasciende. Generalmente los sujetos pasivos de esta situación
son los másdébiles, los que saben menos, los más pequeños, los más jóvenes,
los menos organizados, los más pobres. Quien trabaje en la docencia
ignorando esta enorme desigualdad incurrirá en abuso; quien haga política
educativa desconociendo que es la sociedad la que se educa a sí misma y de
las maneras c r e c i e n t eme n t e más variadas se precipitará ingenuamente
al mesianismo y la tecnocracia, atajos conlos que es posible sobrevivir sin el
cotejo con el ciudadano.
Una lección posible y deseable de la comprobación de este fenómeno debería
ser la de la prudencia en nuestros empeños educativos (no hablo de debilidad,
ni mucho menos de inacción) y en contrapartida, la confianza en lo que la
gente pueda hacer consigo misma, en su capacidad autónoma, previa al

Estado, a la Escuela, a los Sabios yMaestros para forjarse su camino. En estos
tiempos de rankings ¿por qué nadie recuerda que los buenos desempeños de
Finlandia o de Alemania están asociados al involucramiento ciudadano, a la
vida densa y rica en el seno de las concretas instituciones escolares? Dejar a
los niños y jóvenes en la puerta de las escuelas y liceos, y a la educación en
manos de los educadores parece tranquilizador, pero ala larga genera un vacío
de responsabilidad. Subamos el nivel de exigencia: es mucho más difícil lograr
una trama de confianza y exigencia acotada en el espacio y el tiempo de una
institución -una escuela, un liceo, un barrio, una generación- que implementar
cualquier programa social o educativo desde las alturas del Estado
omnisapiente.
Además del déficit ciudadano la historia uruguaya es pródigaen ejemplos
acerca de cómo los despliegues educativos acusaron problemas de legitimidad
política. Las tres dictaduras que padeció la república -iniciadas por Latorre,
Terra y Bordaberry - se asociaron a transformaciones importantes de la
educación, buenas y malas: la institución del sistema escolar básico, el
nacimiento de la educación media moderna, el “saneamiento” salvaje de los
cuadros...