Cuento

Fantasía Estéreo


Movía sus piernas tan esplendorosamente, que parecía una gimnasta profesional. Era uno de los trabajos mejor remunerados en aquellos tiempos, pero tenemos que aclarar algo, nunca fue fácil. El cabaret de la tía Zara, estaba lleno de júbilo, señores obesos, que no podían satisfacer sus necesidades en casa, y de algunos platudos que simplemente buscaban ver un buen show.Penélope era de las mejores del local, bailaba estrictamente por placer y se evidenciaba en sus movimientos. Era su amor a la música la que la llenaba de esa sensación extraña. Se convertía en otra persona cuando subía al escenario. A pesar de que su oficio no era bien visto, era respetada por todos los hombres del pueblo, incluyendo algunas féminas. No se le conocía ningún encuentro sexual,como sucedía con las otras chicas. Eso la volvía aún más provocativa. Sin mencionar su exuberante cuerpo, sólidas caderas, manos finas, con las uñas cuidadas, un trasero firme y ni qué decir de sus senos: gloriosos, digna de un pajazo. Como era obvio más de una vez había tenido altercados con personajes ebrios, que vociferaban vulgaridades


Un jueves del mes de abril, Cremona regalaba undía despampanante, el gorjeo de las palomas por plaza, los niños haciendo volar sus cometas en amplios jardines, el sol que parecía cada vez estar más cerca de la multitud y el cielo incendiado, un momento merecedor de quedar grabado en una hoja de papel. Penélope decidió salir a caminar. Tras largas cuadras, se sentó en una banca que se encontraba en la plazuela. Algo llamó su atención. Vio a unhombre tocando un violonchelo en una banca no muy lejos de ella. Atrajo tanto su atención que decidió abordarlo para saber un poco de esa melodiosa y alegre sinfonía. Al acercarse, Bartolomeo, levantó la mirada y vio un hermoso rostro en un marco angelical. Cuando ella lo saludó, él se quedó atónito.






– Hola, dijo Penélope maravillada por aquel artefacto.


Un silencioinvadió la tranquilidad del momento.


– ¿Qué pasa, es que eres mudo? – dijo Penélope, con ese carácter desafiante que la caracterizaba.


Bartolomeo parpadeó unas cuantas veces antes de responder.


– Disculpe madame, estaba concentrado en otra cosa – dijo como quién baja la mirada.
– Por un momento pensé que no quería conversar conmigo – dijo algo relajada.– Pues… no es eso…mmmhmm.
– Ah, eres un poco tímido. Pues bueno, en otra ocasión hablaremos – dijo algo desalentada por la timidez de Bartolomeo.


Desde aquella tarde Bartolomeo no pudo estar en paz consigo mismo. Estaba maravillado. No dejaba de pensar en ella. Tanto era su deseo de volver a verla, que investigó, en donde trabajaba, vivía e incluso cual era su mercado defrutas preferido. Así que desde el día en que lo supo no dejó de ir ni una sola noche al cabaret. Contemplaba el espectáculo en completo silencio. Siempre trataba de acercarse a ella, pero las palabras parecían no encontrar salida, se quedaban encerradas en alguna parte de su cuerpo. Ella sentía esa mirada tierna y a la vez perversa sobre la tarima. Al parecer a ella también le gustaba.Fue la madame más conocida de todas, la más vieja, la que le dijo:


– Si quieres tener alguna oportunidad con ella pequeño, conquístala con música.


Fue así que retomó aquel proyecto que había estancado por años, algo a lo que el había llamado pianoforte. Sabía que logrando la perfección de la mezcla tintineante de sonidos agudos y graves, podría destallar largos minutos desinfonía agradable, versátil y lo que él más buscaba, bailable. Fue entonces, que luego de bastantes días que no parecían encontrar final, días en medio de largas piezas de madera, que logró finalizar el invento, al cual bautizó finalmente como piano.


Una madrugada del mes de mayo, Bartolomeo, estaba decidido, iba hablar por fin con ella. Quería decirle que desde el día en que la vio, no...