CUENTO

 Lo que ahora contaré, ocurrió hace por lo menos un siglo en un lugar llamado Salsipuedes; esto es lo que hubo una vez… Era inevitable reconocer el envolvente olor de jazmines que seapoderaba del cálido aire de verano, Marco Baranda acechado por el agotamiento ya en las penumbras de la vejez, se sentó en la orilla de la banqueta afuera de la librería de la avenida principal, viendo cómopaseaban las muchachas con trajes elegantes de esos que estaban de moda en París, ese aroma de sus caros perfumes minimizaba el olor de los jazmines del atrio de la iglesia. Entonces, recordóaquellas tardes en las que regresaba de haber tirado a las inocentes tortolitas con las resorteras; salía todas las tardes acompañado de sus primos que ansiosos corrían por la calle pero con la cautelapueril de no pisar las rayitas de los adoquines cuarteados que daban forma a la avenida principal, ahí iban ,entontando a coro la melodía de 4 notas que habían aprendido desde que sus pasos se hicieronfirmes, se les veía con una sonrisa, de esas sonrisas que irradian felicidad, pero felicidad de la verdadera, -El que cruce o pise rayita tendrá que explicar dónde hemos estado. Era la sentenciaceremoniosa de Marco.
Atravesaban la cerca que se había ya aflojado por el paso del tiempo, la cruzaban con facilidad y se perdían entre la fronda de los árboles que conformaban el húmedo bosque,el bosque los acogía en su manto de tierra liviana, sus pies se presumían libres cuando sentían que las aguas diáfanas del lago se apoderaban milímetro a milímetro de su piel de terneros, después deuna caza habitual regresaban al pueblo, se detenían frente a la carretilla de nieves que se refugiaba del sol bajo el arcaico e insípido quiosco y compraba sólo entonces una para los 4 primos queapaciguadamente disfrutaban su sabor. Sentían como el frio recorría sus papilas como si se tratase de un sabor divino; agotados volvían a casa donde sobre el rígido mesón de caoba los esperaba un...