Cuento

Se dice que en un país lejano, detrás de las grandes montañas y escondido en un llano en medio de un frondoso bosque habitaba una raza de hombres que, cobijados en la sabiduría del bosque, protegía este de los desastres naturales que ocurrían a menudo en aquel territorio.
Estos hombres eran cultos. Comerciaban con las aldeas aledañas al bosque: libros, pinturas, muestras de arte, comida, etc.Trataban de comprender, entender y recrear las múltiples lenguas que se hablaban. Entendían los libros de ciencia, las enseñanzas de los sabios de lejanos reinos, comprendían el rumbo de la humanidad con respecto a la huella que dejan a la tierra.
Eran casi perfectos, como así lo describían los pueblos. Pero no todo era como los demás pensaban. Esta raza de hombres era incapaz de sentir compasiónpor sus semejantes. Preferían morir ellos antes de hacerle un daño irreversible al bosque que los cobijaba. Aborrecían la guerra, pero sabían que era inevitable, pues en este mundo no existe el bien sin que exista el mal. Ellos tenían eso presente en su pensar. Trataban de evitar que los desastres naturales eliminaran por completo el bosque. Muchas veces dejaron morir a sus camaradas para podersalvar al bosque.
Lamentablemente, esto dejo a los hombres reducidos en número cada vez que ocurriese un desastre, dejando así al bosque cada vez más desprotegido, pues ninguna otra civilización quería hacerse responsable del bosque. Solo aquellos bajo la sombra de los arboles comprendían y conocían el precio de dejar el bosque morir. Pero el problema era que estos hombres preferían abandonarseunos a otros para poder ayudar al bosque.
Un joven, nacido en una familia que poseía mucho poder adquisitivo y lleno de cultura, emigro fuera del bosque por un tiempo, con la excusa de investigar más a fondo sobre las demás civilizaciones; sin embargo, huyo del bosque buscando conocimiento para salvar a su gente y al bosque al mismo tiempo. No sabía cómo lo conseguiría, pero estaba seguro que algole mostraría el camino.
Se adentro en una ciudad en medio del desierto, donde había más cuarteles militares que bibliotecas; más armas y artillería que libros y escuelas. Era un pueblo guerrero. Pero vio algo que lo desconcertó demasiado. Había un hombre en un portal ubicado en la periferia de la plaza mayor. El hombre parecía no haber comido ni bebido en días, su aspecto hacía notar su prontamuerte. De la nada una mujer le llevo un ánfora con agua, una pequeña hogaza de pan, tres racimos de uva y un pedazo de carne de cerdo. La mujer sonrío al hombre, le dio un abrazo y se marcho. El vagabundo quedo pasmado también, no sabía cómo reaccionar ante tal acto de bondad. El hombre del bosque se acerco al vagabundo y le pregunto:
-Disculpe señor, ¿Es algo de usted, esa mujer?-
El vagabundolo miró fijamente –Jamás la he visto en mi vida, llego a dejarme este alimento y me dijo: tu lo necesitas más que muchas otras personas, no desperdicies los alimentos, estoy segura de que alguien está esperando por ti”-
Desconcertado, el hombre continúo con la conversación. – Ósea que simplemente vino a dejarte el alimento sin ninguna compensación que le beneficiara a aquella mujer--Efectivamente – respondió el vagabundo mientras cortaba un pedazo de pan para comerlo.- Lo más extraño es que si no hubiese llegado, quizá yo hubiese muerto aquí tirado en la calle, sin poder regresar con mi familia. Realmente yo estaba desesperado- dirigió su mirada al suelo e inhalo con mucho esfuerzo, estaba a punto de echarse a llorar – La compasión de aquella mujer me ha dado fuerzas para continuar esteviaje, le estaré agradecida de por vida, aunque jamás la vuelva a ver, se que si la vuelvo a encontrar la recibiré con mucha alegría en mi casa-
El vagabundo se levanto, agarro la ánfora con una mano, y metió las uvas en la andrajosa túnica que llevaba puesta. Se despidió de mano del hombre y se dirigió fuera de la ciudad.
Aun no podía creer lo que había visto, una mujer ofreció su ayuda de...