Cuentos Ciudad Sevas

Páginas: 156 (38873 palabras) Publicado: 15 de noviembre de 2012
Final de una relaciónAlberto Moravia |
Una tarde de noviembre, Lorenzo, joven rico y ocioso, corría en automóvil hacia su casa, donde sabía que su querida lo estaba esperando hacía ya más de media hora. El tiempo, que había empeorado repentinamente con una lluvia desordenada e intermitente y un viento muy desagradable, que encontraba siempre la manera de soplar en plena cara fuera cuál fuerala dirección en que se marchara, cierto insomnio que todas las noches, tras las primeras horas de sueño, lo despertaba de improviso y lo mantenía en vela hasta el alba, una sensación de pánico, de persecución y de opacidad de la que hacía meses no conseguía librarse, todo contribuía a poner a Lorenzo en un estado de ánimo enardecido y rabioso. «Acabar con todo esto», se repetía continuamentemientras conducía el coche por las calles de la ciudad y sentía que la menor nadería -el limpiaparabrisas que interrumpía un momento su vaivén sobre el vidrio empapado, la palanca de las marchas que en medio del tráfico, bajo su mano frenética, no entraba bien, los inútiles clamores de las bocinas de los automóviles parados tras el suyo- le producía una pena aguda y miserable, con ganas de gritar: «Pero¿acabar con qué?» Lorenzo no habría podido responder con exactitud a esta pregunta. Cada vez que dirigía la mirada desde su injustificada miseria a su propia vida comprendía que no le faltaba nada, que no había nada que cambiar, que había obtenido todo lo que deseaba e incluso algo más. ¿Acaso no era rico? ¿Y no hacía de sus riquezas un uso juicioso y refinado?Casa, automóvil, viajes, trajes,diversiones, juego, veraneos, vida de sociedad y querida; a veces se le ocurría enumerar todo lo que poseía, con una especie de hastío vano y orgulloso, para acabar concluyendo que el origen de su malestar debía buscarse en algún trastorno físico. Pero los médicos a los que había acudido con el alma llena de esperanzas lo habían desilusionado de inmediato: estaba sanísimo, no aparecía en él ni la másleve sombra de enfermedad. Así, sin motivo, la vida se había convertido en un árido y opaco tormento para Lorenzo. Cada noche, al acostarse después de un día vacío y tétrico, se juraba a sí mismo: «Mañana será el día de la liberación.» Pero a la mañana siguiente, al despertarse de un sueño fatigoso, le bastaba con abrir no ya los dos ojos, sino uno solo, para comprender que aquel día no sería muydistinto de los que lo habían precedido. Le bastaba con echar una ojeada a su dormitorio, en el cual todos los objetos parecían recubiertos con la pátina opaca de su pena, para estar seguro de que tampoco ese día la realidad aparecería más nítida, más alentadora y más comprensible de lo que había sido una semana o un mes antes. Sin embargo, se levantaba, se ponía una bata, abría la ventana,lanzaba un disgustado vistazo a la calle ya llena de la madura luz de muy entrada la mañana, y luego, como esperando que el agua fría y caliente pudiera quitarle de encima aquella especie de funesto encantamiento, como le quitaba los sudores y las impurezas de la noche, se encerraba en el baño y se dedicaba a un arreglo personal que parecía hacerse cada vez más refinado y minucioso a medida que seahondaba su extraña miseria. Así transcurrían dos horas en cuidados inútiles; dos horas durante las cuales Lorenzo, una y mil veces, tomaba un espejo y se quedaba escrutando su propio rostro, como si esperara sorprender en él una mirada, hallar una arruga que pudiera hacerle intuir los motivos de su cambio. «Es la misma cara -reflexionaba rabiosamente- que tenía cuando era feliz, la misma cara que lesgustó a las mujeres a las que amé, que sonrió, que estuvo triste, que odió, envidió y deseó; en suma, que tuvo su vida. Y ahora, en cambio, quién sabe por qué, todo parece acabado.» Pero a pesar de la vaciedad y la amargura de esos cuidados dedicados a su persona física, aquellas dos horas eran las únicas de la jornada durante las que lograba olvidarse de sí mismo y de su miserable estado,...
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